La Caja de Petri

Xóchitl en Houstonlandia

La ausencia más sentida en este evento fue una de las principales organizadoras y motor de la conciencia política de muchos de los que nos encontramos aquí. Una mujer activa y comprometida como pocas, que con una gran sonrisa está librando una decidida batalla contra el cáncer. A ella, le dedico estas líneas.

Este pasado domingo 20 de agosto, fui invitado a un evento digamos, privado, para escuchar y conocer de primera mano la historia de la candidata de los ovarios de acero que rompen gónadas masculinas. De la orgullosa hija del Estado de Hidalgo que se hizo sola y cuya historia de esfuerzo y agallas, le da suficiente cuerda para fustigar a cualquier corcholata y, también, a la tapa rosca con matrícula partidista que aún queda en esa extraña y poco creíble contienda del Frente Amplio por México.

Comparto mis impresiones sobre este breve intercambio entre Xóchitl Gálvez con los habitantes de Houstonlandia. De ese pedazo de tierra compuesto por selectos códigos postales -inclusive fuera de Houston-, que es habitado por endogámicas y bien organizadas comunidades de las cuales algunos de sus icónicos representantes se ufanan de llevar a México en la piel y que, al escudriñar sus historias y padecer sus excentricidades, una parte no menor de ellos es al parecer, producto bordado a mano del piso no parejo.

Intercambio con migrantes…pero suizos.

Los datos para el anecdotario sobran. El primero que destacó fue el contraste entre el título del evento y el perfil de los asistentes. Encuentro con migrantes, se leía por algún lado. Pero al revisar los modelos de automóviles que ocuparon el estacionamiento y el perfil de los asistentes, estaba claro que este no era un evento con paisanos que aparecen en la propaganda de todo gobierno mexicano. De los cerca de doscientos asistentes, una aplastante mayoría había arribado entre algodones a este país o por lo menos, con suficiente capital social al que se refirió Pierre Bourdieu, como para garantizar que pagar un pollero y cruzar el río no fueran nunca, una alternativa. Yo formaba parte de esa mayoría de algodones.

La otra anécdota que no puedo soltar, pues me entró como gas mostaza por todos los poros, fue la presencia de algunos personajes que mi socio Conexionista y hermano por elección, califica atinadamente como “Attention Whores”.  Son estos sujetos que nacen, crecen y se reproducen con un solo motivo en la vida: llamar la atención, salir en la foto. Poco les importa que tan vergonzantes y fuera de lugar sean sus desparpajadas acciones. Se hacían notar por su ansiosa búsqueda para asegurar el micrófono y llegar al frente del salón a como diera lugar. Por supuesto, manejando con destreza esa prótesis del cerebro conocida ahora como teléfono inteligente y más ocupados en twittear sesudos comentarios y enviar cuanta selfie pudieron, dieron cuenta a sus audiencias que ellos, también están escribiendo la historia.

El legado de Kurt Lewin.

Para explicar el comportamiento de los grupos sociales, el filósofo y psicólogo prusiano Kurt Lewin (reconocido padre de la psicología social aplicada) afirmó en su Teoría de Campo, que el comportamiento de una persona dentro de un determinado grupo está en función de dos cosas: de los hechos y acontecimientos actuales con los que tiene contacto y, de cómo son percibidos éstos por las personas que le rodean.

Así que ahí nos encontramos un grupo de personas que compartía los más visibles códigos de conducta y valores reconocidos por el código postal. Una pequeña masa humana cuya percepción sobre lo que ocurre en México es compartida y reforzada sin la más mínima autocrítica, por supuesto. Consecuentemente y de acuerdo con la “maldición” de Lewin, todos tenían que ser anti-López Obrador y dada la feliz circunstancia, todos o casi todos, defensores incansables de las libertades individuales sobre todo de aquellas que se refieren a pagar los menos impuestos que se pueda. Con ustedes, los nuevos soldados de Xóchitl.

Las ideas acertadas de la Ingeniera en Computación y Senadora de la República, su carisma, sus ocurrencias y leperadas solo pusieron pimienta al entusiasmo que se respiraba, solo eso. El resto lo construye el efecto manada, no hay que engañarse.

La seguridad personal de Xóchitl, el elefante en la sala.

Varias sentidas y honestas intervenciones de algunos participantes pusieron reflectores a las razones por las cuales se deja el terruño para buscar mejor fortuna en otro lado del río. Y en la medida en que se sumaban participantes, la desorganización del uso del micrófono sirvió como un buen indicador de la falta de planeación, razón que me hizo suponer que ahí no había ni acarreados, ni oradores a modo, por lo menos eso quise creer.

Un colega de tiempos universitarios y con quien compartí banca, con voz quebrada y aludiendo el asesinato de ese fantasma favorito y santo patrono de la simulación del priísmo reformador; le recordó a Xóchitl, a su equipo y a todos los asistentes, que garantizar la integridad física de la valiente precandidata, es la prioridad.

Esa es una variable que desgraciadamente los cuartos de guerra de quienes recorrerán el país para hacer campaña de tierra están obligados a contemplar. En parte por la presencia innegable del activismo político del crimen organizado en pueblos y municipios, pero lo más preocupante, por que México está a muy poco de convertirse en un estado fallido.

La sombra verde olivo.

La única pregunta que quedó sin respuesta, por lo menos una medianamente satisfactoria, la hizo un académico de la Universidad de Rice. Al referirse sobre qué hacer en términos de la desmilitarización del país, nuestra coleccionista de huipiles guardó un prudente silencio y dio una más prudente aún respuesta: “tengo un hermano militar”, por lo que entiendo qué está pasando con el ejército. Palabras más, palabras menos.

Ese tema lo hemos hablado con distintos invitados en la mesa de Conexionistas. Los niveles de presencia y manejo de presupuesto que un grupo de la élite militar mexicana, no tienen precedente en la historia de ese país. Esta situación agrega una dimensión distinta al protagonismo y peso de las fuerzas castrenses mexicanas en la correlación de fuerzas no solo para la elección presidencial, sino para la gestión del próximo presidente, sea una corcholata o una tapa rosca o Xóchitl. Regresar al ejército a la calle es un asunto que merece una gestión precisa y cuidadosa. Aquí, los arrebatos y las ansias académicas simplemente no caben.

También peca quien agarra la pata de la vaca.

López Obrador y su camarilla de cómplices (desde políticos, empresarios, académicos, periodistas, etc.) son no otra cosa que la suma y reflejo de todos los vicios acumulados de la política a la mexicana. Llegó al poder porqué se generaron las condiciones para hacerlo. Porqué el andamiaje de la democracia de cuates y las complicidades que garantizan impunidad y jugosos negocios lo facilitaron y en algunos casos, lo impulsaron.

Cobijado en esa figura del tlatoani-salvador, su narrativa solo tuvo que ajustarse a los niveles de hartazgo social que acumularon sus antecesores. La desesperación y el desencanto sembrado por décadas apostó a la retórica de un nuevo mesías que, como Vicente Fox, vendieron la esperanza de un cambio, de un golpe de timón. Ambos fallaron, todos han fallado.

Solo un participante de la fiesta “jiustoniana de #ahora todos somos Xóchitl” tuvo el arrojo de mencionar la corresponsabilidad de la gente pudiente en el arribo de morena al poder. Además, agregó con inusitado tino, que parte de esa responsabilidad también incluye pagarles bien a los empleados. Por supuesto, la reacción de sepulcral silencio acompañó el comentario y ubicó los niveles de compromiso de los valientes y entusiastas opositores. No se trató de un reventador, el hombre era uno de esos raros empresarios y ganó todo mi respeto.

Delegar para arriba, esa costumbre mesiánica.

Preocupa esta apuesta siempre mesiánica en el sentido de que “alguien” tiene que salvar a México. Preocupa también que se instale la narrativa victimista del México que se merecen los mexicanos. Que la puerta de salida solo se construye con la credencial de elector actualizada, acudiendo a las urnas y circulando una selfie que diga “#yo no voté por morena”. Que la motivación última sea derrotar a quien se odia. Para ellos, siempre será el hombre, no el sistema.

Inquieta que se delegue a Xóchitl Gálvez todo el peso de desarticular, renovar y construir un nuevo andamiaje político y un tejido social que armonice el México que creen que se merecen los vecinos de códigos postales en donde jamás faltará el agua, con la realidad de aquellos en donde garantizar el acceso a este derecho básico, ha sido una histórica promesa incumplida.

La empresaria e ingeniera no solo tiene que sortear el concurso de oratoria hecho a modo para que la experimentada y articulada Beatriz Paredes encarezca más el apoyo priísta para estirar la sobrevivencia de ese decadente instituto político y garantice a la política tlaxcalteca, un retiro digno.

También están las fuerzas de los grupos conservadores que prefieren vender su alma al diablo antes de apoyar cualquier figura política que se atreva a proponer alguna política pública que no resuene con sus sagradas convicciones. Estos sujetos, ya están operando y no precisamente a favor de Xóchitl.

Encima de todo lo que se sume a ello, tendrá que gestionar las expectativas de sus nuevos y conversos admiradores.

Las elecciones se ganan tocando puerta por puerta, caminando pueblos, barrios y colonias, garantizando representantes en cada casilla para asegurar que cada voto cuente. Esa infraestructura no la tiene Xóchitl, tendrá que negociar para que se la “presten”. Ya con Santiago Creel fuera de la competencia, lo que sigue es la negociación de los apoyos y la afinación de la estructura territorial para cobijar a Xóchitl. Ella lo sabe, no es ninguna ingenua y tampoco quienes le rodean.

Un movimiento alternativo

Ese México en el que todavía no nos ponemos de acuerdo cómo se ve y cómo se llega a él, no se construye con una candidatura que “emocione”, ni con una narrativa competitiva y mucho menos insultando al presidente de México en cada oportunidad. Solo basta revisar el ascenso al poder del propio López Obrador.

No sé qué tanto dure la emoción de aquellos que han sido tocados por la frescura de Xóchitl Gálvez. Tampoco sé que tanta paciencia y disposición haya para, por ejemplo, hacerse cargo y comenzar por mejorar los salarios y nivelar el piso, como bien menciona la precandidata por el Frente Amplio por México.

A menos de que se quiera regresar a lo mismo, repensar a México demanda tiempo y, sobre todo, una repartición de responsabilidades que revitalice el compromiso con el país mucho más allá de asistir a eventos domingueros. Este romanticismo opositor que ha encontrado en Xóchitl Gálvez el fetiche perfecto para deslindar sus responsabilidades, me recuerda a los liberales de la postguerra que al no hacerse cargo de sus excesos, terminaron por abrir la puerta a gobiernos autoritarios de terribles e imborrables consecuencias.

Se requiere entonces de un movimiento de ciudadanos comprometidos y dispuestos a ceder y asumir obligaciones, seguramente Xóchitl lo sabe. La pregunta es, si lo sabemos nosotros.

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