 
        A punto de perder su registro por la caída en el número de militantes, el PAN de Jorge Romero promete apertura democrática, pero recurre al clientelismo para “enganchar” a jóvenes y convertirlos en militantes pasivos, a partir de la promesa de obtener un iPhone 17 en una rifa cuyo costo es solo la inscripción en su padrón
Jorge Romero Herrera anunció –el fin de semana pasado– en el Frontón México, el “relanzamiento” del PAN. Prometió democratización interna, primarias abiertas, fin de las alianzas partidistas y apertura ciudadana. Todo suena bien en teoría. El problema es quién lo promete.
Romero Herrera no es un reformador. Es el arquitecto del sistema que ahora dice querer desmantelar. Durante al menos 10 años, según denuncias documentadas de Paula Soto, entre otras personas, Romero lideró la manipulación del padrón de militantes del PAN. Controló ese padrón a través de cuatro presidentes nacionales: César Nava, Gustavo Madero, Ricardo Anaya y Marko Cortés.
Su grupo es descrito como una camarilla que se apoderó del PAN capitalino mediante el control de los padrones de militantes y, con ello, de dirigencias y candidaturas a puestos de elección popular. Este poder se alimentaba, según cuenta Felipe Calderón en su libro “Decisiones Difíciles”, de la enorme capacidad que el gobierno de Peña Nieto les dio para manejar miles de millones de pesos en presupuestos.
Romero no es un reformador. Es un capo político que construyó su poder sobre la manipulación institucional.
Un partido sin ideólogos
Carlos Castillo Peraza, quien presidió el PAN entre 1993 y 1996, fue reconocido como el “último gran ideólogo” del partido, un intelectual que luchó por la limpieza electoral y debilitar al régimen de partido único para “pasar del tiempo de los caudillos al de las instituciones”.
El yucateco impulsó el arte de la negociación digna, entendiendo el diálogo político no como un juego de enemigos sino de rivales. Su visión era que los ciudadanos llegaran a hacer política sin mayor vocación que su coraje cívico, sin más ideología que su rectitud de intención, ofreciéndoles un proceso de asimilación para hacerlos conscientes de las responsabilidades de la acción política.
En una ocasión dijo: “Una organización sin alma se muere de sí misma, se carcome a sí misma: es una serpiente que se muerde la cola”. El PAN actual es exactamente esa serpiente que se devora a sí misma.
Para Castillo Peraza, Acción Nacional representaba la derecha personalista que pone al individuo al centro. Jorge Romero y su grupo han construido precisamente lo contrario: una estructura vertical y autoritaria donde el poder se concentra en camarillas que controlan padrones.
En 2018, luego de la derrota electoral, Ernesto Ruffo Appel aseguró que el PAN ya iba en declive desde hace muchos años antes debido a las conductas de sus dirigentes que se acomodaron ahí por su relación con el gobierno federal en turno y después ya no quisieron dejar la chamba ni abrir el partido o posiciones a los ciudadanos.
Manifestó que, por esa razón, era necesario volver a abrir el PAN a la ciudadanía. Había que facilitar la total transparencia en su vida interna y erradicar las imposiciones, pues lo que se dañó en la institucionalidad del partido no fueron sus estatutos, sino la actuación de los dirigentes, quienes se aferraron a sus cargos.
Los padroneros al poder
El año pasado, durante su campaña por la presidencia del blanquiazul, Adriana Dávila denunció públicamente lo que todos sabían en privado: el partido está controlado por “padroneros” que manipulan procesos internos. Señaló que Romero disponía de nóminas completas de municipios como Querétaro y Huixquilucan para movilizar votos. Denunció resultados absurdos: en Huatabampo, Sonora, ella obtuvo cero votos, Romero el 100%.
Consideró que nadie podía sentirse orgulloso cuando alrededor del 70% de los panistas no fue a votar. “El mensaje de abstencionismo de nuestros militantes es claro: las cargadas no entusiasman. La nómina de gobiernos no es suficiente para convocar”, subrayó.
Dávila, en una entrevista radiofónica, dijo: “El grupo que apoyó Yunes, ahí está el grupo. Que se haga cargo de los votos que le llegaron de Veracruz, que son los que le dieron la diferencia. Que se haga cargo de los votos de Oaxaca, que le dio la diputada que votó la Reforma Judicial. Que se haga cargo de los votos que le dieron los estados entregados a Morena, como Quintana Roo”.
¿Los panistas eligieron como presidente a alguien comprometido con el gobierno que dice combatir?
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, Romero es señalado por ser el dirigente del tristemente famoso “cártel inmobiliario” de la Ciudad de México. ¿Este es el líder que renovará al PAN?
Apertura simulada
La apertura del padrón que Romero promete no responde a convicciones democráticas sino a la desesperación. El PAN tiene apenas unos 276 mil militantes. La ley exige 262,000 para mantener el registro. El partido está al borde del precipicio.
Además, de acuerdo con el Reporte Post Electoral del 16 de junio de 2024 de Integralia
Acción Nacional perdió la votación en 26 estados. La democratización no es un acto de fe sino un salvavidas.
Romero Herrera, el principal beneficiario del sistema antidemocrático del PAN, ahora promete desmantelarlo. Es como si el capo de un cártel de la droga prometiera combatir el narcotráfico. La contradicción no es sólo irónica, es existencial.
Acción Nacional no está en manos de reformadores sino de quienes lo capturaron y los captores no liberan voluntariamente a sus rehenes.
En el actual contexto político, el principal partido de oposición está bajo el control de una figura señalada por la manipulación de padrones, vínculos con el llamado “cártel inmobiliario” y la implementación de métodos clientelares que remiten a las peores prácticas del priismo.
No hay renovación posible cuando quienes deben renovarse son quienes causaron la degradación.
La purga necesaria
El verdadero relanzamiento requeriría expulsar a los “padroneros”, autocrítica genuina sobre los 12 años de gobiernos panistas que dejaron intacta la desigualdad y la corrupción, asaí como líderes sin acusaciones de manipulación electoral y supuestos vínculos criminales.
Nada de eso sucedió el fin de semana pasado. Lo que vimos fue una reconfiguración táctica del mismo sistema podrido, con maquillaje nuevo y promesas vacías.
El relanzamiento del PAN no es el principio de una renovación. Es el epílogo de una larga decadencia. Y México, mientras tanto, se queda sin oposición democrática justo cuando más la necesita.
Por cierto, la estrategia de rifar un iPhone 17 Pro para incentivar afiliaciones juveniles revela la desesperación existencial del PAN. Con tan pocos militantes y peligrosamente cerca de perder su registro, el partido recurre a comprar números para el padrón en lugar de construir militancia comprometida.
Compra de militantes
Cuando se tiene 81% de rechazo social –segundo peor después del PRI de acuerdo con una encuesta de El Financiero– y no se puede convencer ideológicamente, sólo queda el clientelismo: ofrecer un teléfono de 30 mil pesos a cambio de una afiliación vacía.
La comparación que hace Jorge Romero respecto de las rifas históricas del blanquiazul es profundamente deshonesta. Los fundadores de Acción Nacional rifaban refrigeradores en los años 40-80 cuando el partido era perseguido y necesitaba financiarse para resistir al autoritarismo priista.
Quienes compraban boletos lo hacían por convicción política arriesgándose. En contraste, Romero, en pleno régimen democrático y con acceso a recursos públicos millonarios, ahora rifa iPhones buscando abiertamente “competir” con los programas de becas de Morena. Esto no es resistencia cívica, sino clientelismo de derecha disfrazado de modernidad digital.
Un partido que necesita sortear teléfonos para que los jóvenes se afilien es un partido sin propuesta que conecte con las nuevas generaciones. Carlos Castillo Peraza construyó militancia con ideas; Jorge Romero la construye con sorteos.
La diferencia es la distancia entre un partido político y una agencia de marketing con registro electoral. Los “afiliados iPhone” –aquellas personas que descargarán una app para participar en un sorteo– son la versión 2.0 de los afiliados fantasma: cuerpos sin compromiso para inflar artificialmente un padrón moribundo.
Fotografía: Cuenta en Facebook de Jorge Romero Herrera


 
         
         
        