
Esta semana se reportó que la economía mexicana, contrario a los pronósticos de recesión, ha crecido un 0.9% a tasa anual en lo que va de 2025. Hay quien verá esta marginal tasa de crecimiento como una taza medio llena y quien la considere una taza medio vacía. Después de todo, si la expectativa y pronósticos en general, especialmente de quienes se consideran “opositores” o no afines al régimen de la 4T, eran de una recesión pronunciada y de pronto resulta que la recesión no se dió (por ahora), pues cualquier cosa arriba del 0% será festejado por aquellos afines a la 4T y por el mismo gobierno.
Es decir, hemos pasado de discutir y debatir sobre si México debe y puede crecer a más de lo que parece su límite, en años buenos, del 2% histórico y buscar llegar a las tasas sostenidas del 4%, 5% o más que realmente necesita el país, a conformarnos con una visión binaria en la que unos apuestan a menos de cero y otros apuestan a lo que sea arriba de cero. Se nubla la vista de analistas y ciudadanos en general, así como la del gobierno en turno, en una batalla binaria donde la escala o magnitud del crecimiento es lo de menos, solo importa si se creció o no. Y así es como nos seguimos acostumbrando a lo poquito, al apenitas, a la ley del mínimo esfuerzo.
¿Por qué buscaría el gobierno en turno un crecimiento mayor al mínimo posible si ellos perciben, con encuestas a modo o no, que su popularidad es de las más altas en el mundo y se les aplaude el empate a ceros? ¿Por qué buscar hacer más si ellos tienen la habilidad de, con una conferencia mañanera, tergiversar, enderezar, o pintar con otra brocha la realidad que los rodea? ¿Por qué cambiar sus políticas económicas si sus fieles seguidores saldrán conformes con lo que sea siempre y cuando se le esté dando una lección al FMI o a cualquier organismo que se atrevió a pronosticar números de crecimiento negativos o un panorama de dificultades económicas para el país si seguimos como vamos (y además con Trump encima)?
Como en competencia de nado sincronizado, la presidenta, su gabinete, los medios, personalidades y bots que están en la nómina de la 4T salieron a festejar los números publicados por el INEGI (que quiero pensar sigue siendo autónomo e independiente) como si se hubiera encontrado la fórmula para sacar al país del estancamiento y la mediocridad económica de las últimas 4 décadas. Tal vez se dan cuenta de que es gracias a iniciativas como el Tren Maya, Mexicana de Aviación 4T, Chocolates del Bienestar, Dos Bocas, AIFA, la vacuna patria, entre otros, que la economía mexicana está más pujante que nunca.
Por su parte, los opositores, muchos de ellos analistas financieros o económicos supuestamente serios, pierden toda compostura y les gana la fobia anti-4T con la que probablemente programan sus modelos predictivos y salivan cada vez que existe la posibilidad de que México caiga en un bache (o precipicio) económico. Quiero pensar que ellos suponen que, si a México le va mal, entonces la 4T será reemplazada por… los mismos de antes que, con sus malos resultados en materia económica, pusieron la mesa para la llegada de la 4T.
Así nos tienen entre dos opciones que son la mala y la peor (escoja usted la que le guste) que nos condenan como país a no poder soñar con que la economía realmente despegue. No se les ocurre pensar si se ha avanzado en consolidar el mercado doméstico mexicano, en generar un crecimiento sostenido de la clase media, en establecer infraestructura que permita absorber un crecimiento mayor al 0%, en reducir la corrupción, en mejorar condiciones de financiamiento, en combatir prácticas anticompetitivas y carteles (económicos) que ahorcan a los ciudadanos. Todo se reduce a si el número trimestral es positivo o no, no importa si la fracción de un punto porcentual lograda sea no solo insuficiente para cambiarle el rostro al país, sino que queda muy corta de los mismos planes y objetivos trazados por el gobierno en turno.
Así es, parece que se les (nos) olvida que, a inicios de año, la presidenta Sheinbaum anunció el “Plan México”, una “estrategia integral” para que México se ubique entre las 10 economías más grandes del mundo para cuando acabe el sexenio. Es decir, existe una meta cuantitativa agresiva que está enfocada en que el país pase del lugar 15 en el mundo al 10 y, para ello, es indispensable que el país tenga un crecimiento de su PIB cercano al 5% por año, cada año del sexenio.
Ya en múltiples ocasiones hemos hablado en este espacio de que pareciera que las políticas económicas de los de antes y los de hoy nos tienen condenados a tasas de crecimiento ínfimas que, cuando bien nos va, se acercan al 2%. Los últimos 25 años México creció, en promedio, menos del 2% y pareciera que, de mantener los cocineros, las recetas y los ingredientes sin mayor cambio, el pastel seguirá sin inflarse.
Entonces, si la meta económica más importante del gobierno actual requiere que la economía crezca un 5% por año y todo indica que en el primer año creceremos, si bien nos va, alrededor del 1%, entonces la meta del Plan México está en riesgo y no debería ser normal ni aceptable que la presidenta y sus funcionarios estén festejando que hayamos crecido menos del 1%.
Sí, es razonable sentir algo de alivio por no haber entrado en recesión, pero creo que sería prudente que la presidenta deje a un lado cualquier tono de festejo y haga ver que su (nuestro) Plan México está en grave riesgo apenas a 6 meses de haberse publicado. Si México crece 1% en el primer año de su sexenio, entonces deberá crecer a una tasa promedio anual del 5.82% cada año de los últimos 5 del sexenio.
Si a eso agregamos que la Secretaría de Hacienda ya pronostica (agresivamente) desde hoy que el país crecerá solamente entre 1.5% y 2.5% en 2026, entonces deberían la presidenta y su gabinete sonar todas las alarmas porque el Plan México está en grave riesgo y la economía NO está “fuerte y sólida” como presumen.
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