
Hace unas semanas en este espacio les comentaba sobre pequeñas y sencillas acciones que el gobierno, en cualquiera de sus niveles, podía llevar a cabo para empezar a cambiar la mentalidad de la gente y poder aspirar a que todos –o cuando menos una mayoría significativa– “jalemos parejo”.
Después de ese artículo, Guillermo Anaya, un buen amigo mío originario de Puebla y que vive en Nueva York, me envió un libro que él había leído titulado “The Tipping Point” escrito por Malcolm Gladwell. Guillermo me dijo que parte de las ideas que yo expresaba en aquel artículo se planteaban de forma similar en el libro. Me lo recomendó ampliamente y tenía razón. Probablemente no haya una traducción precisa en español del significado de “Tipping Point”, pero se puede interpretar como un punto de inflexión o el punto que se encuentra exactamente antes de que ocurra un cambio en la tendencia de una acción.
¿Alguna vez has visto en televisión un espectáculo creado por miles de fichas de dominó en el que se acomodan todas las fichas a una distancia igual, formando figuras y en cuartos tan grandes como un gimnasio? Bueno, pues todo lo que se necesita para que esas fichas caigan una sobre otra es empujar la primera. Ese es el “Tipping Point”, el momento justo en el que las fichas siguen paradas y en el que están a punto de caer, un pequeño cambio en las condiciones o el contexto del conjunto de las fichas que genera que todas las fichas de dominó caigan en cuestión de segundos. Es como una epidemia sin cura. Una vez que la primer “ficha” cayó “enferma”, las demás fueron contagiadas y también enfermaron.
El autor del libro habla de muchos ejemplos de “Tipping Points”, aplicados a los negocios, a la medicina, a la política o a la inseguridad pública. La teoría básica que plantea es que pequeños cambios eventualmente llevarán a un negocio, a un producto, a un gobierno, a una enfermedad o a una sociedad a cambiar de pronto. La suma de los pequeños cambios eventualmente generará que aquello que buscábamos cambiar realmente nunca volverá a ser igual.
El libro, entre muchos ejemplos, habla de lo que sucedió en Nueva York en la década de los 90’s. Nueva York había sido siempre famoso por los elevados índices de criminalidad e impunidad. Ir a Nueva York era como jugarse la vida (supongo que algo similar a lo que sucede hoy en día en la Ciudad de México). Yo recuerdo que las películas americanas en los 80’s usaban esa imagen de Nueva York. Los peores criminales, pandilleros, violadores, mafiosos y ladrones vivían en Nueva York. Una escena de alguien caminando por un callejón generalmente acababa en violación u homicidio.
De pronto las cosas cambiaron y a partir de la segunda mitad de los 90’s, Nueva York era otra ciudad. No fue magia ni un milagro. Fue el resultado de acciones concretas enfocadas a combatir la criminalidad, pero también la impunidad. Las acciones no eran planes complejos de largo plazo, sino pequeñas acciones que además de combatir al crimen cambiaban la actitud de las personas. Así, empezaron por reducir la cantidad de pasajeros del metro que simplemente no pagaban boleto. Pusieron policías vestidos de civiles en las entradas al metro y aquel que se saltaba el torniquete y no pagaba, era aprehendido. Lo mismo le pasaba a los que pintaban graffiti.
Los carros del metro que eran pintados de graffiti se retiraban de circulación y eran pintados durante la noche, de manera que los pasajeros (y los pandilleros) no vieran que pintar graffiti era algo normal. Estas acciones generaron una reacción en cadena en la que ahora sí era malo no pagar el metro, o rayarlo con graffiti. Casualmente la policía descubrió que aquellos que eran detenidos por no pagar el metro, tenían historiales criminales más extensos, lo que hace pensar que pequeñas infracciones poco a poco degeneran en mayores infracciones y crímenes. Lo que se busca es cambiar la actitud de la gente y hacer que ese cambio sea como una epidemia.
Hay muchas áreas de oportunidad en México. La semana pasada intercambié correos electrónicos con el alcalde de San Pedro Garza García, N.L. en los que yo comentaba que después de una carrera de 10 kilómetros organizada en el municipio, ni organizadores ni municipio limpiaron calles y camellones. A él le pareció normal que hubiera estos “pequeños problemas” cuando se organiza un evento que “es bueno para la sociedad”. Sorprendentemente la idea de que se pueden hacer ambas cosas (una carrera y después limpiar) no parece haber pasado por su mente. Parecía que yo pedía algo complejo o imposible.
Ahí es donde vemos que la actitud de la gente, y en ocasiones de los “líderes” determina hasta dónde podemos llegar. Por eso, no se deje de sorprender u ofender cuando alguien tira basura, se pasa una señal de Alto o abusa de sus derechos. No podemos cansarnos y dejar de desear cambios, algún día llegaremos al “Tipping Point” y nuestros esfuerzos serán premiados.
Los párrafos anteriores se publicaron aquí hace 23 años y siguen vigentes. Nos hace pensar en los baches que tapizan ciudades, el desorden vial, las no consecuencias por infracciones, el NO cumplir y NO hacer cumplir; pero queremos que de pronto alguien nos convierta en Dinamarca… como si ellos fueran genios, o magos.
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