 
        En esta interesante plática con el Ingeniero Eduardo Nader exploramos los inicios del Transhumanismo como movimiento que busca mejorar al ser humano mediante tecnología, bioética y neurociencia.
Abordamos los dilemas éticos, de desigualdad, identidad y el papel de figuras como Nick Bostrom en esta transformación.
También discutimos el impacto de la ciencia ficción en la aceptación social del transhumanismo y reflexionamos sobre la postura crítica de religiones, filósofos y científicos ante la posibilidad de que el ser humano tome control de su evolución.
Éste es el audio:
También lo puedes escuchar en Spotify:
Nuestra serie sobre el Transhumanismo

Ligas mencionadas durante la emisión:
Instagram de Eduardo Nader
https://www.tiktok.com/@lalologiasdeltiolalo
Humanity+
GATTACA (película)
https://www.imdb.com/es-es/title/tt0119177/
Nick Bostrom
Nicanor Austriaco
https://www.ust.edu.ph/profile/austriaco-fr-nicanor-pier-giorgio-o-p/

Transcripción de la entrevista:
Armando Reygadas:
Ya estamos grabando. Qué gusto saludarte, Lalo Nader. ¿Cómo estás?
Eduardo Nader:
Muy bien, muy contento de estar aquí contigo.
AR:
Me alegra que nos acompañes. Hay mucho que desenredar y aprender sobre el transhumanismo. Te invité porque tienes un gran trasfondo en filosofía y bioética. Estudiaste un diplomado, ¿verdad?
EN:
Sí, y estoy por terminar la maestría en bioética.
AR:
Perfecto. Este tema me fascina. En papel suena muy atractivo: vivir más, vivir mejor, concentrarse más, aprender más rápido… casi como tener superpoderes. ¿Cómo defines tú el transhumanismo?
EN:
El transhumanismo surge como consecuencia de avances médicos, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. La medicina tradicional buscaba reparar o curar. Pero poco a poco empezamos a normalizar prácticas que no curan, sino mejoran. Por ejemplo, las vacunas previenen enfermedades sin curarlas. La cirugía plástica pasó de reparar daños a modificar estéticamente. Fármacos como el sildenafil, que originalmente trataban problemas cardíacos, ahora se usan para potenciar funciones sexuales, incluso sin disfunción. Lo mismo ocurre con medicamentos que mejoran el ánimo o el rendimiento académico. Así, se empieza a borrar la línea entre medicina terapéutica y medicina de mejora.
AR:
Y esto se conecta con la tecnología. Desde antes de la guerra, ya se pensaba en mejorar la especie, incluso desde doctrinas eugenésicas. Hoy vemos propuestas como la de Elon Musk, con chips cerebrales que permiten controlar dispositivos con la mente. Suena útil para personas con parálisis, pero ¿quién podrá pagar eso? ¿Y dónde trazamos el límite entre ayuda y ventaja?
EN:
Esa es la gran pregunta. Todos queremos vivir más y mejor, y ese deseo es legítimo. Pero también surge la medicina del deseo: ¿debe la medicina responder a necesidades o a caprichos? Los nazis heredaron ideas antiguas, como las prácticas espartanas de desechar niños con deficiencias. La eugenesia moderna busca superioridad racial, pero eso no se puede demostrar científicamente. En cambio, sí podría demostrarse que un “posthumano” modificado genéticamente o con prótesis avanzadas tiene ventajas reales. Y eso nos lleva a preguntarnos si lo deseable justifica lo posible.
AR:
Esto no es solo teoría. Hay movimientos organizados, como Humanity Plus, fundado por Nick Bostrom, que promueven esta visión. Él plantea que la evolución dejará de ser natural para volverse dirigida por el ser humano.
EN:
Exacto. Bostrom y otros, como Elon Musk o Google, invierten millones en esto. Y lo hacen desde una base filosófica y ética. Bostrom sostiene que es inmoral permitir defectos humanos como la enfermedad o la muerte. Distingue entre terapia —que cura— y “enhancement” —que mejora. Las prótesis, por ejemplo, ya no solo igualan funciones humanas, algunas las superan. ¿Qué pasa si alguien decide amputarse voluntariamente para tener una mano más eficiente? ¿Accedería a empleos que otros no pueden? La ciencia ficción ha ayudado a imaginar estos escenarios, desde Un mundo feliz hasta Gattaca, donde el factor económico define quién accede a mejoras.
AR:
Y Bostrom también habla de ética. ¿Qué pasa con la desigualdad tecnológica? ¿Con la pérdida de identidad humana?
EN:
Ahí entra la bioética. Su objetivo es proteger la dignidad humana, evitar que las personas se conviertan en medios. Queremos autonomía, pero también corremos el riesgo de convertirnos en instrumentos. El mercado de tratamientos estéticos en México supera los 180 millones de dólares al año. Esto normaliza la idea de que debemos mejorar. Pero también genera trastornos como la dismorfia corporal, alimentados por el culto a la imagen en redes sociales. Afortunadamente, hay creadores que promueven el valor del contenido por encima de la apariencia.
AR:
Y no solo la bioética: las religiones también tienen posturas críticas, especialmente la Iglesia Católica.
EN:
Sí. Para el cristianismo, la vida es sagrada. Aunque acepta trasplantes y transfusiones como actos de caridad, cuestiona intervenciones que alteran la esencia humana. El transhumanismo propone pasar de humanos a posthumanos, lo que filosóficamente ataca nuestra identidad. La antropología sostiene que somos únicos e irrepetibles. Pero la neurociencia habla de plasticidad cerebral: si el cerebro puede leerse, también puede modificarse. Esto abre la puerta a cambiar la identidad. Por eso ya se habla de neuroderechos: nuevos derechos humanos que protejan nuestra mente de intervenciones no deseadas.
AR:
Un tema enorme. Hay científicos y filósofos que lo critican, como Fukuyama o Nicanor Austriaco. Y otros que lo celebran. Pero como dijiste al principio: ¿quién no querría vivir 300 años en plenitud?
EN:
Será un placer seguir conversando contigo y con tu audiencia.


 
         
         
         
        