Turbamulta

¿Dónde están las mayorías católicas?

Lo he dicho varias veces, fui educado en un sistema sumamente católico en el cual intentaron a toda costa adoctrinarme. Por fortuna salí mala simiente.

El caso es que, en esos entonces del precámbrico tardío, los piadosos hermanos nos decían que México era un país de mayorías católicas y guadalupanas: el 99 de los habitantes lo eran. El restante uno por ciento eran lacras, incrédulos y otras religiones que apenas merecían la tolerancia de vivir en esta patria consagrada a la virgen.

El tiempo ha pasado y ese riguroso 99 ha disminuido de forma drástica al 75 por ciento (según el INEGI), mientras que un alud de otras denominaciones cristianas, con una buena cantidad de quienes se manifiestan como no practicantes —o de plano ateos—, han comenzado a crecer o salir del closet, según sea el caso.

Todo este preámbulo sale a cuestión debido a que, según resultados del INE, el aspirante a la presidencia y autonombrado faro moral de esta sociedad mexicana, llamado Eduardo Verástegui, ni de relajo ha logrado juntar las más de 900 mil firmas que necesita para postularse como candidato ciudadano a la presidencia de la república. Apenas unas 50 mil personas han firmado, cifra que representa un poco más del cinco por ciento de lo que necesita.

El caso es que este señor siempre ha hablado desde esa especie de atalaya moral de “nosotros lo mexicanos somos católicos que estamos por la vida y la familia”, haciéndonos creer —o creyéndolo él mismo, que es peor— que existe una especie de inmensa mayoría católica conservadora que observa en silencio, pero de forma desaprobadora, lo que ocurre en la vida política nacional.

Maneja una especie de amenaza sobre un levantamiento tipo “cristiada” cuando todas estas huestes santas y católicas se harten de lo que está ocurriendo; Verástegui y muchos de los que piensan como él ven un panorama político un tanto distorsionado donde supuestos socialistas, comunistas y masones pretenden hacerse del control del país para imponernos una serie de políticas que van contra de sus principios.

Imaginan estos pobres que en el momento en que la malvada agenda 2030 se imponga, todo varón tendrá que casarse con otro, toda mujer embarazada tendrá que abortar, que los jardines de niños van a estar regenteados por coloridas drag-queens, que las familias serán disueltas y que va a estar prohibido rezarle a la virgencita.

Por supuesto que hay muchas cosas que temerles a los políticos, los considero la peor ralea sobre la faz de la tierra, pero de ahí a imponer una dictadura gay y atea, hay mucho trecho que más bien cae dentro de la categoría de sueños provocados por respirar tanto incienso del altar.

Desde esas épocas que hablo al principio de este texto, recuerdo a alguien al frente del salón hablando sobre la terrible conspiración existente en nuestro país para privarnos de nuestras amadas creencias.

Luego de tales amenazas y terribles predicciones uno pensaría que los cientos de miles de millones de católicos, preocupados por semejantes augurios, saldrían de forma espontánea a buscar el punto más cercano donde firmar el apoyo de la candidatura de un guapo pre candidato preocupado por el futuro de las familias y los niños mexicanos.

…y ese no es el caso.

La escasez de firmas refleja una aterradora realidad para este sector conservador que aún grita “¡Viva Cristo Rey!” cuando les dan oportunidad: son muy pocos.

No les da para llevar siquiera a la boleta a ese esperpento que se siente ungido por el propio dios y cree que se encuentra en medio de una santa cruzada.

Me gustaría comparar dos casos que llamaron la atención, aunque puedo estar un poco fuera de rieles, creo yo que es una gran demostración de lo que en realidad está pasando en esta sociedad mexicana de principios de siglo.

Recientemente fue aprobado a nivel nacional la despenalización del aborto. En otras épocas, cientos de personas se hubieran movilizado de forma espontánea para manifestarse en plazas y edificios públicos para quejarse y exigir su revocación. Eso no ocurrió. De los “multitudinarios” movimientos provida, ni sus luces, así como tampoco los cientos de miles de católicos pro-familia y pro-religión.

En contraste: el caso del asesinato del magistrade Jesús Ociel Baena de inmediato generó varias concentraciones de personas en distintos puntos del país para exigir una investigación seria y castigo a los culpables. Estas manifestaciones se gestaron de forma espontánea y lograron reunir a muchas personas.

Si Verástegui afirma que los católicos conservadores son una gran mayoría que lo apoya, ¿por qué, a medio camino del plazo, apenas ha recabado un cinco por ciento de las firmas requeridas para ser candidato?

Según el INEGI, unos 90 millones de mexicanos se siguen identificando como católicos, pero ni siquiera el uno por ciento ha firmado.

PS

Hablando de Jesús Ociel Baena. Me quejaba que con el tema de Medio oriente mucha gente había demostrados brutales carencias de sentido común. Ahora con este caso de asesinato, muchos siguen demostrando una terrible carencia de humanidad, de piedad y de empatía escudándose en la religión y en atavismos machistas.

Una verdadera pena.

Armando Reygadas
Viví la revolución digital en carne propia; di mis primeros pasos en medios tradicionales impresos y la radio AM; desde ahí salté a Internet. Comunicador especializado en tecnología, redes sociales, medios digitales y marketing en línea; me dedico a la ‘blogueada’ desde los 90s y participo en varias publicaciones como Reseñando.com y Conexionistas.com.mx donde tenemos un podcast.

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