Turbamulta

Mi derecho a estacionarme

Un tuit que leí donde una persona se quejaba, de forma amarga, de que en un edificio habitacional, de esos mega-fifís en el poniente de la Ciudad de México, le cobraron por estacionarse.

Los comentarios posteriores se decantaron en su favor: tacharon a los dueños, inquilinos y administradores del edificio de tacaños, muertos-de-hambre, abusivos e incluso por ahí hubo acusaciones de que alguien estaba haciendo negocio a escondidas.

El punto donde todos parecían acordar era que, si el edificio en cuestión tenía toooodo un piso de estacionamiento para visitas, no deberían de cobrar usarlo.

Todos tenemos un derecho divino y constitucional a estacionar nuestro auto.

¿O no?

Todos lo sabemos, la ciudad de México, y muchas otras, han crecido de forma desorganizada y nunca han tenido un plan efectivo de transporte público: le han apostado de forma desmedida e irracional a los automóviles.

Por supuesto que si el gobierno fomenta el uso del automóvil, gastando más presupuesto creando más vías para estos ―en detrimento del transporte colectivo―, pues la gente se decantará en favor del auto.

Está demostrado, el automóvil es la manera más ineficiente de transporte urbano: ocupa mucho espacio, contamina de forma brutal, hace que disminuya la calidad de vida y transforma a las ciudades en fríos laberintos de concreto.

Pero uno de los fenómenos que más problemas causa el uso del auto es el del estacionamiento: ya traje mi auto hasta donde necesitaba llegar, ahora, ¿dónde lo dejo?

La disponibilidad de espacio de estacionamiento es inversamente proporcional a la cantidad de vehículos: entre más haya, menos lugares quedan.

Y es aquí donde entran las leyes de mercado ―pero es aquí donde los amantes del capitalismo dejan de serlo porque ya no les conviene ―: si yo tengo mucho espacio de estacionamiento y a la gente le urge estacionar su auto, pues yo les cobro por usar el espacio.

También se rige por la oferta y la demanda; como si fueran boletos para un concierto o un evento deportivo muy atractivo. Los lugares son limitados y mucha gente quiere ir. Si llegas temprano, es posible que consigas alguno, si no, tendrás que caer en la reventa, que es mucho más cara.

Un fenómeno muy extendido entre los propietarios de automóvil en este país es el pensar que el estacionamiento es un derecho humano. Que la escasez de éste es una especie de falla por parte del gobierno, o los vecinos de una colonia. Tienen la seguridad de que “no es justo” tener que pagar por éste y creen que eso les otorga permisos para estacionarse donde les da la gana, muchas veces violando el reglamento de tránsito: entradas, pasos peatonales, banquetas, etcétera.

Pero, por supuesto, están en un grave error. El disponer de un lugar para aparcar un auto no es un derecho humano, no es problema ni de los vecinos a donde llega el automovilista a querer poner su vehículo, ni de la autoridad.

Es problema de la persona que llegó en el auto.

Y esta problemática ha sido causada por las políticas de nuestros gobiernos: dar preferencia a los automóviles sobre los demás sistemas de transporte urbano; destinar la mayor parte del presupuesto a un medio que es usado por la minoría, por lo que ahora es necesario apechugar y sufrir las consecuencias.

Ya dependerá de nosotros si seguimos apoyando gobiernos que le apuestan por un modelo de movilidad urbano que es ineficiente, caro, altamente contaminante y, sobre todo, que privilegia a una minoría.

Foto de Ivana Cajina en Unsplash 

Armando Reygadas
Viví la revolución digital en carne propia; di mis primeros pasos en medios tradicionales impresos y la radio AM; desde ahí salté a Internet. Comunicador especializado en tecnología, redes sociales, medios digitales y marketing en línea; me dedico a la ‘blogueada’ desde los 90s y participo en varias publicaciones como Reseñando.com y Conexionistas.com.mx donde tenemos un podcast.

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