El grupo que dirige el PAN se queja a diario de las prácticas de Morena, pero actúa exactamente de la misma forma: compra voluntades para apuntalar su posición.
Rifar un smartphone de última generación, sin costo económico para el participante, pero con la condición de hacer un click en una liga, y con ese click otorgar el consentimiento para incorporarse a un partido político, como militante, es un fraude al espíritu de la Ley General de Partidos Políticos y al de la propia Constitución, que bien valdría una revisión y discusión exhaustiva del Consejo General del INE para conocer la opinión de Guadalupe Taddei, Claudia Zavala, Dania Ravel, Carla Humphrey, Arturo Castillo, Jaime Rivera, Fernando Faz, Norma de la Cruz, Uuc-kib Espadas, Rita Bell López Vences y Jorge Montaño.
El mecanismo ideado por la dirigencia del PAN que promete renovación y en realidad solo le apuesta a la simulación, no pretende acercar e interesa a los jóvenes en la política como dice su discurso. Lo que en realidad busca la camarilla que dirige al PAN es alejar al partido azul marino del peligro de perder su registro legal, en el que por cierto, ha sido colocado a consecuencia de las desastrozas gestiones de Marko Cortés antes y Jorge Romero ahora.
Una persona que se inscribe como miltante en un partido para tener derecho a participar en la rifa de un telefono inteligente de última generación es, en realidad, un militante fantasma que ni siquiera merece ser llamado ciudadano. Hacerlo es tan degradante, o incluso más, que vender el voto por 500 pesos el día de las elecciones. Muchos de quienes venden su voto, no todos por supuesto, al menos tienen la justificación de una situación tan precaria, que con ese dinero podrán llevar comida a sus casas una semana. Pero quien vende su militancia y compromete su ciudadanía, por la expectativa de ganar en una rifa un teléfono de 40 o 50 mil pesos, ni siquiera tiene la justificación de la necesidad extrema, y lo que es peor, habla muy mal de su inteligencia porque aquel que vendió el voto sabe que recibirá 500 pesos, pero el que vendió su militancia debería saber que sus posibilidades de ganar en la rifa del iPhone son menos que mínimas y lo más probable s que no reciba nada.
Pero más allá del juicio a los ciudadanos que venden su voto, lo importante en este momento es el juicio a quienes promueven la compra de votos, y ahora la nueva modalidad: la compra de militantes a cargo del Partido Acción Nacional. Comprar militantes que en realidad no militan, pero aseguran de forma artificial la supervivencia de un partido, es tan reprobable e ilegal como comprar votos; algo prohibido y penado.
Jorge Romero Herrera, el cuestionadísimo dirigente nacional del PAN, no está comprando sufragios, pero sí ha diseñado un mecanismo que comprará militantes de humo para evitar perder el registro nacional, y con él la millonaria prerrogativa, de un partido que todavía es gobierno en cuatro entidades federativas y en muchos municipios importantes. Es cierto que en materia penal la ley no se puede aplicar por analogía y la compra de militantes no está tipificada, al menos aún, como delito, pero el fraude a la ley sí lo está, además de que en materia electoral la analogía sí es aceptable. Por donde se le analice, aquí hay una conducta delictiva en materia electoral que busca conservar un beneficio económico millonario, la prerrogativa y el derecho a participar en elecciones postulando candidatos, en beneficio de un grupo que controla y exprime un partido político, del mismo modo que Los Chuchos exprimieron al PRD hasta acabar con él.
El cerebro de la operación, Jorge Romero, es el mismo personaje, que por años se dedicó a inflar y manipular, con militantes que no miltaban más que para acudir a votar en elecciones internas, los padrones de militantes del PAN. Esos militantes fantasmas azules, conocidos como chocotorros entre varios panostas que detectaron y denunciaron el modus operandi de Romero y su grupo hace una década, aparecían solo en las eleciones internas para votar por quienes los romeristas les indicaba (siempre los candidatos del grupo de Romero y sus aliados). Cualquier similitud de aquella práctica que dio paso al mote de Los Padroneros en el PAN, con esta nueva operación, no puede ser considerada una coincidencia, aunque hay que reconocerlo: con su rifa de un iPhone 17 para captar militantes, la pandilla que hoy controla al PAN acaba de ponerle un nuevo límite al cinismo en la política mexicana.
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Foto: Sitio web del Partido Acción Nacional

