La sobrerrepresentación legislativa es un hecho y lo que provocará está anunciado y advertido, no solo por el embajador Ken Salazar y los socios canadienses, también por las empresas calificadoras y los mercados internacionales: Sobrerrepresentación y Reforma Judicial provocarán la pérdida del grado de inversión de México.
Perder esa calificación, un instrumento de medición neoliberal, obligará a muchos capitales que hoy están en México, invertidos en papeles de deuda mexicana, a abandonar este mercado. No lo harán ni por especulación financiera, ni por ser parte de un plan global para detener la transformación de México. Se irán porque así lo exigen las legislaciones de sus países de origen.
La razón de la corrida de capitales que viene, imposible de ignorar, es la prohibición de invertir el dinero de los fondos de pensiones de los trabajadores de países estables y desarrollados, en mercados de naciones sin grado de inversión. Para los principales países de la OCDE, el riesgo de invertir donde no hay seguridad jurídica es tan elevado que no vale la pena correrlo. En aras de garantizar esos fondos de los futuros jubilados, sus operadores financieros tienen prohibido invertir el dinero de los trabajadores norteamericanos, canadienses, alemanes o ingleses, en naciones mal calificadas, por atractiva que parezca la tasa de rendimiento que sus bonos de deuda ofrecen.
Esos recursos, los que se irán cuando se apruebe la reforma judicial, provienen de empresas financieras de países con economías estables, con gobiernos formados en la división de poderes y con sistemas de contrapesos funcionales.
La salida de capitales afectará al Superpeso (orgullo artificial del sexenio de la transformación) y el fenómeno provocarán inflación, porque encarecerá las importaciones y agudizará el estancamiento económico. Esa inflación provocará, a su vez, una pérdida inmediata del poder adquisitivo muy superior al aumento histórico que vivió el salario mínimo en 6 años, ya deteriorado por la inflación registrada a lo largo del sexenio. Además, esa inflación pulverizará también el valor de las pensiones del Bienestar, el otro orgullo del presidente López Obrador.
Una crisis económica está en puerta y puede ser la siguiente parada de la ruta que López Obrador ha trazado para el final de su sexenio.
La mayoría calificada, obtenida en el Consejo General del INE de Guadalupe Taddei, no en las urnas, puede ser la manzana envenenada del sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum, pues las consecuencias económicas de las decisiones que permitirá: específicamente la Reforma Judicial, pondrán sobre la mesa la posibilidad de, por necesidad derivada de una salida masiva de capitales, eliminar la autonomía constitucional del Banco de México para poder echar mano de las reservas internacionales como una herramienta para mantener a flote, artificialmente y durante un par de años cuando mucho, una economía en el naufragio.
La salida de empresas y la cancelación de inversiones serán lo siguiente. El hecho implicará el desperdicio de la oportunidad geopolítica del nearshoring, pues como dice el mantra neoliberal que nadie ha podido desmentir, ni en Venezuela, ni en Cuba, ni tampoco en Alemania ni en EU: Sin inversión no hay crecimiento ni hay empleo. Sin empleo no hay consumo y sin consumo no hay recaudación. Sin recaudación no hay inversión pública constante, ni mucho menos gasto social sostenible, y sin inversión pública y gasto social habrá todavía menos consumo, y así iniciará todo de nuevo: El circulo vicioso perfecto.
En ese escenario, ¿Con qué se van a financiar las Becas del Bienestar?
No sé trata de una Teoría de la Conspiración ni tampoco de adivinarle los propósitos al Diablo, como dicen los voceros “oficiosos” del régimen. Se trata solo de la lectura de las señales, y de las advertencias concretas, de los actores que participan en el juego.
Así se construyen los escenarios posibles y se anticipa lo que ocurrirá en cualquier país. La utilidad de ese método para aproximarse a la realidad está tan probada, como probado está probado el fracaso de las teorías económicas y políticas comunistas con la debacle de la extinta Unión Soviética y sus países satélite.
Además de leer a Marx y a Lenin, para entender la derrota de sus modelos, atribuible a la realidad y no a las maniobras de Wojtyla, Tatcher y Reagan, se debe leer también a Dornbusch, a Friedman y a Krugman, pues resulta indispensable entender las reglas del juego del capital (siempre escaso), en este injusto mundo capitalista y neoliberal, del que el presidente López Obrador y sus seguidores intentan escapar con un salto al pasado.
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