
Cisma es una separación, escisión o división en el seno de una organización o movimiento cultural causada por diferencias respecto a la doctrina o ideología que prevalece en ese grupo y que desembocan en la salida de una porción relevante (en cantidad y/o importancia) de miembros del grupo.
Generalmente el contexto en el que se usa la palabra cisma es en el de una iglesia o religión. Por ejemplo, en el año 1054 se dio uno de los cismas más importantes en la historia de la Iglesia Católica Romana cuando la Iglesia Ortodoxa de Oriente se separó. Otro cisma relevante en la Iglesia Católica se dio a raíz del movimiento protestante reformista de Martín Lutero en el siglo 16.
Por unos 15 años, y en especial desde que el Papa Francisco fue electo (2013) y desde que Trump llegó a la presidencia por primera vez (2017), he podido ver cómo los católicos más conservadores en Estados Unidos han batallado para conciliar el haber tenido un líder religioso como Francisco y un líder político como Donald Trump, ahora de regreso y más MAGA que nunca.
De acuerdo con un estudio del Pew Research Center, se estima que de los cerca de 60 millones de católicos en Estados Unidos un 43% está registrado o simpatiza con el partido demócrata y 53% que se identifican con los republicanos. Se estima que el 52% de los católicos votó por Trump en 2016, comparado al 44% que votó por Hillary Clinton; mientras que Obama obtuvo 54% de los votos de católicos, comparado con 45% para McCain.
En la más reciente elección de 2024, encuestas de salida del Washington Post indican que Trump obtuvo el 56% del voto católico por 41% de Kamala Harris, una diferencia neta de 7 puntos a favor de Trump comparado a sus números de 2016.
Pero, en mi opinión, es en el tema racial donde empiezan a notarse algunas grietas. Cerca del 60% de los católicos blancos muestran preferencia por el Partido Republicano. 65% de los católicos hispanos votaron por Harris en 2024 (70% de los católicos hispanos se identifican con el Partido Demócrata).
En temas políticos, los católicos tienden a alinearse con el partido de su preferencia y no con el mensaje de la iglesia. Por ejemplo, 81% de los católicos republicanos estaban de acuerdo con el muro fronterizo de Trump en su anterior administración, mientras que el 91% de los católicos demócratas se oponían al muro.
Y de pronto, cuando llega el factor Trump, empieza el corto circuito; 62% de los católicos dicen que es muy importante tener un presidente que, aunque no comparta sus creencias religiosas, viva una vida moral y ética. He visto católicos educados americanos que creían que el Papa Francisco no tenía tanta autoridad moral como Trump; no le veían falla a Trump, pero sí a Francisco.
Y así, los católicos más conservadores, especialmente blancos, se escudan en el tema del aborto como la carta que mata todo argumento y cuestionamiento a políticas racistas y al estilo cáustico de Trump (que claramente se aleja de los valores que la Iglesia promueve).
Trump, protestante presbiteriano que no es percibido como muy religioso, cumplió sus promesas de seleccionar jueces conservadores a nivel federal y en la Suprema Corte, vendiendo la idea de que serían capaces de hacer que el aborto fuera ilegal.
Y muchos católicos y cristianos evangélicos mordieron el anzuelo. A nadie parece importarle que aún cuando los abortos sean ilegales, las causas raíz que los originan seguirán ahí y los abortos sucederán en condiciones clandestinas.
Borrar el aborto de las leyes, no remedia el problema, pero muchos de estos católicos festejaron que en junio del 2022 se diera reversa a la decisión “Roe v. Wade” que protegía la libertad de una mujer para tener un aborto en ciertas condiciones.
Aunque el aborto es el principal punto de coincidencia entre los católicos americanos y el Vaticano, el hecho de que sea Trump (y su movimiento MAGA) quien enarbola esa causa complica la ecuación.
El Papa Francisco fue muy crítico de Trump (no olvidemos aquella foto en el Vaticano) y hay quien considera que su más reciente encíclica (Fratelli Tutti) está llena de referencias (críticas) indirectas a Trump y a los trumpistas.
Esto provoca más que escozor entre el ala republicana, blanca, pro-Trump de los católicos americanos e incluso entre padres y obispos que son más militantes de lo que deberían.
Sorprendentemente, en 2020 el candidato católico (Biden) se estima obtuvo solamente un 50% del voto católico, al parecer porque la plataforma de su partido mantiene el apoyo para que las mujeres decidan sobre sus abortos, aunque estén en contra de la pena de muerte, o del racismo o de abusos a migrantes.
Y así, no se puede descartar un escenario en el que los católicos más conservadores, liderados por padres y obispos rebeldes calibre MAGA, ocasionen un cisma en la Iglesia Católica de Estados Unidos, especialmente ahora que León XIV se percibe como un Papa alineado al estilo del Papa Francisco y que pudiera seguir empujando la agenda estilo Fratelli Tutti por un par de décadas más.
Ya se empiezan a ver comentarios anti-León XIV en redes sociales de católicos pro-MAGA y pro-Trump. El único líder que parecen ver y respetar es a Donaldo I, Sanctitas Sua Donaldus Primus Trumpus, Pontifex Maximus.
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