Hace unos 2,300 años vivió un famoso general y rey griego, apodado “el Águila” y cuyos múltiples éxitos y victorias nunca le fueron suficientes. Su ambición lo llevó a no estar nunca contento y a buscar siempre la siguiente conquista hasta que encontró un alto a sus ambiciones cuando enfrentó a una naciente potencia conocida como Roma.
Triste o incluso trágicamente, Pirro pasó a la historia por haber sido vencedor en un par de batallas contra los romanos que fueron tan costosas que, a la postre, le perdieron la guerra y que fueron el origen de la famosa expresión “victoria pírrica“.
Fueron tan costosas esas dos victorias que incluso Pirro dijo “una victoria más como estas y estaremos perdidos“. Eventualmente, en la tercera batalla, Pirro perdería ante los romanos.
Se dice que Pirro estuvo tan dedicado a la guerra que olvidó cómo vivir en paz. Tiempo después de perder contra los romanos regresó a las andadas y en una batalla en Argos, una anciana le aventó una teja desde un balcón que lo tumbó y alguien más lo remató en el suelo. Así, con la expresión “victoria pírrica” alguien se refiere a un logro más costoso que el esfuerzo que se le puso; un triunfo en el que el vencedor sufre un grave daño.
Viene a mi mente esto de Pirro y sus victorias a propósito de los “logros” que nos estamos acostumbrando a ver en México. Nos presumen “triunfos” y “hazañas” como si estuviéramos ganando una guerra.
Se pierde la proporción de lo relevante, lo suficientemente importante y digno de presumir por parte de un aparato de gobierno que controla todo. Un partido y movimiento en el poder sin contrapesos reales que, en lugar de seguir en modo de campaña, pudiera ser capaz de realmente gobernar y efectuar cambios considerables, lograr victorias reales y trascendentales, pero que, por algún motivo, se conforma con una sucesión de victorias más pírricas que reales.
Por eso es por lo que se pretende que los ciudadanos aplaudan que la presidenta viajó en avión comercial a la reunión del G-20. La sustancia de la reunión, las propuestas, el fondo pasa a segundo plano para que quienes aplauden como focas crean que es un logro digno de ovación de pie el que la señora “viaje con el pueblo”.
Se festejan así cada vez más “victorias” de humo y espejitos. El espíritu de Pirro está presente en el aeropuerto, en el tren y en la refinería, inaugurados para la foto y para darle vuelo al ego de un mandatario que, como Pirro, no supo vivir en paz (o fuera de la campaña permanente); también se siente a Pirro en la entrega incondicional de poder a los militares, en la destrucción de instituciones autónomas y en los cambios constitucionales al vapor.
Es tras esas victorias que los mexicanos empezamos a sentir lo que Pirro previó después de esas dos falsas “victorias” y, con mucha razón, nos decimos a nosotros mismos que unas cuántas victorias más como esas y estaremos perdidos.
Por algún motivo el monopolio del micrófono y la primera plana hace que nuestros líderes pierdan el piso. No se dan cuenta que caminan por debajo de los balcones de muchos mexicanos que, tarde o temprano, dejarán de disfrutar el atole y estarán listos para poner a funcionar las “tejas” que tengan a la mano.
El partido en el poder, la presidenta y la primera plana de las distintas tribus de Morena están enfocados todos en batallas que, de ganarlas, no tendrán resultados positivos tangibles para los mexicanos, sino que estarán seguidos de racionalizaciones y otrodatismo que buscará hacernos creer, como fue costumbre los últimos seis años, que vamos bien.
La terca realidad de la economía estancada, de la inseguridad, de los conflictos geopolíticos, de la amenaza calibre Trump, no les estorbará porque en su mente habrá siempre motivos para celebrar otra victoria pírrica.
Si se acaba el TMEC, si nos ponen aranceles, si Canadá nos abandona también, si todos le pegan a la piñata mexicana, si el nearshoring se derrite, si se nos viene una recesión, cualquiera que sea la contingencia que se realice, ellos encontrarán la forma de convertirlo en una victoria, una lección de resiliencia y carácter de un pueblo que no tendría porqué seguir cargando con los errores y las ocurrencias de gobiernos de cualquier color y sabor.
De alguna forma, el sacrificio lo pone el pueblo y se normaliza seguir esperando el aplauso. No puede un país seguir viviendo de cajas chinas y victorias pírricas.
En materia de corrupción, de crecimiento, de competencia económica, de seguridad, de imperio de la ley, de desarrollo, de velocidad para reducir la pobreza, de reducción del cinismo que mata por falta de medicinas o por exceso de impunidad, seguimos estando muy lejos del “quinto partido”.
En cualquiera de esos temas tal vez ya no aspiramos a una victoria, tal vez con sacar el empate o no perder por goleada estaríamos más que servidos. Pretenderán no solo que las derrotas, en cualquiera de esos temas, no lo son, te dirán y te querrán hacer creer que no nos están pegando en la cara, sino que somos nosotros quienes, hábilmente, con nuestro rostro le pegamos duro al puño del contrario y que por eso debemos estar orgullosos de ser una nación de ciudadanos que luchan, que se esfuerzan, que dejan todo en la cancha.
A este paso, acuñaremos una versión muy devaluada de las victorias de Pirro y no pasaremos de “empates pírricos”, todavía más lejos de una victoria real.