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No al “ya ni modo”

Ya ni modo

¿Cuántas veces te has topado con una situación o circunstancia que te hace sentir indefenso, impotente, sin poder alguno para poder cambiarla o influirla? Te sientes derrotado, incapaz.

Es reconocer que el Chapulín Colorado no existe y que no hay quién pueda defendernos, ni siquiera nosotros mismos. Es la noción del “ya ni modo” aplicada a la vida cotidiana. En el ámbito de la psicología existe un término que, durante años, y en distintas ocasiones, contextos y ejemplos, me ha llamado la atención.

Estoy muy lejos de ser psicólogo, pero creo poder explicar lo que significa el término y procurar extrapolarlo a lo que hoy vive y siente nuestro país, o al menos sectores relevantes del mismo sobre temas que son importantes para una sociedad que aspira a mucho más y mejor.

La ciencia de la psicología acuñó el término “indefensión aprendida” o “impotencia aprendida” para describir el sentimiento que tiene una persona de que nada de lo que haga realmente importa; sentimiento en el que la persona está condicionada a pensar que no tiene salida, que no tiene caso ni siquiera intentar solucionar el problema o buscar esa salida.

Se considera que el psicólogo norteamericano, Martin Seligman, a través de sus trabajos de investigación y experimentación en la Universidad de Pennsylvania, fue quien abrió el camino para otros en el campo de lo que él llamó “Learned Helplessness” (impotencia aprendida) en 1967.

Se dice que la impotencia aprendida es un fenómeno observado en animales y humanos cuando estos han sido condicionados, por su experiencia propia, a esperar sufrimiento, incomodidad, dolor sin tener forma de evitarlo. Cuando el animal (o humano) ha visto y percibido, una y otra vez, que nada de lo que haga cambiará el resultado de las cosas entonces deja de intentarlo, aunque en ocasiones y bajo ciertas circunstancias sí existan formas de escapar ese dolor o incomodidad.

Así, conforme ese animal (o humano) entienden o creen que no tienen control alguno sobre lo que les sucede, entonces empezarán a sentir, pensar y actuar como si estuvieran totalmente indefensos. Y es importante señalar que en todos los estudios científicos de psicología se le agrega la palabra “aprendida” al término “impotencia o indefensión aprendida” porque existe evidencia de que los humanos (y los animales) no nacemos pensando que no tenemos control sobre lo que nos sucede o que es inútil tratar de tener cierto control.

Entonces, algo tiene que pasarnos para poco a poco “aprender” a sentirse o percibirse indefensos, aun cuando no lo estemos. Ese algo es básicamente la constante repetición de resultados negativos, de experiencias negativas, de derrota tras derrota y de esfuerzos que no generan los resultados esperados. Así, poco a poco, el sujeto se convence que no tiene sentido siquiera intentarlo, que de nada sirve poner el esfuerzo. Mejor agachar la cabeza y plantarse en un “ya ni modo” que hasta se siente reconfortante.

Para una persona, o sociedad entera, es importante salirse del ciclo de “aprendizaje” de la indefensión. Los psicólogos asocian la indefensión aprendida con la depresión, ya que invariablemente provoca baja autoestima, poca motivación, sentirse inepto y, eventualmente, como un fracaso; lo que puede desembocar en episodios depresivos que solo refuerzan la idea de que incluso lo que sí es posible tampoco se puede conseguir, cayendo así en un espiral descendente que se repite y perpetua.

¿Estaremos en México sufriendo, como sociedad entera, los efectos de décadas de “impotencia aprendida”? Y no me refiero solamente a uno u otro sector, a una u otra región, a uno u otro tema. Sin querer sonar catastrofista, hay que reconocer que a México le hacen falta muchas más victorias, aunque sean pequeñas.

Nos hace falta, como nación, celebrar más seguido y lamentarnos más esporádicamente. Sentir (y saber) que existen muchas más salidas y oportunidades de las que percibimos. No, no se trata solamente del fútbol, aunque sería muy bienvenido para millones de mexicanos saber que el cuarto o quinto partido no solo son un sueño, sino totalmente factibles. En realidad, el concepto del cuarto (o quinto) partido inalcanzable se permeó por décadas en muchas otras áreas de la vida de nuestra sociedad, a veces alimentado y consolidado por gobiernos que van de mediocres a malos y más malos.

Las trampas de la pobreza son, probablemente, el mejor ejemplo de indefensión aprendida en México. Si naces pobre, es muy probable que vivas, y mueras, pobre. No hay condiciones para salir de esas trampas, y los gobiernos y sus políticas NO han sabido, querido o podido cambiar esa realidad.

Sectores enteros con distorsiones competitivas relevantes que condicionan la falta de emprendimiento que puede perdurar. Un sistema y aparato burocrático pesado donde el consumidor/contribuyente está indefenso, la víctima de un crimen abandonada a su suerte.

Una sociedad que está de rehén entre el crimen organizado y quienes se suponen velan por su seguridad, comandados por un gobierno que solo se ofende cuando el secuestrado es un narco calibre VIP. Redes sociales que repiten y machacan la idea de que no hay salida; obsesionados por ver quién comparte la peor noticia (real o no) posible para México, aplastando, sin saber (y sin razón), el espíritu de una generación de mexicanos jóvenes convencidos, poco a poco, de que no hay un futuro prometedor para ellos. Hay que buscar más triunfos, aunque sean pequeños.

@josedenigris

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