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Para nadie son un secreto las filias y fobias que el Presidente de la República desata entre los mexicanos desde hace más de dos décadas cuando comenzaron los piques entre el entonces Presidente Fox y López Obrador como Jefe de Gobierno de la capital, primero el desafuero, luego los videoescándalos, luego la campaña del Peligro para México orquestada por Calderón durante su campaña política quiso situar a AMLO como un gobernante que no respetaría las instituciones y nos llevaría directo a un sistema comunista como el que se comenzaba a dibujar en Venezuela con el gobierno de Chávez.
Se le ha tachado de populista, comunista, peligro, dictador, antidemocrático, necio (incluso su esposa le canta y le dedica a él la canción de Silvio Rodríguez “El necio”), entre muchos otros adjetivos que suenan a que todos deberíamos estar en contra de él o por lo menos criticar todo lo que hace de manera sistemática.
Esta columna se llama mediando opiniones porque, en primer lugar, su tema central son los medios pero también, porque busca ser un espacio donde la información pueda ponerse en una balanza y analizarse en su justa dimensión.
Y henos aquí enfrentados chairos contra fifís en cualquier comida familiar, o de trabajo o en cualquier chat en WhatsApp, en Twitter, en los comentarios de Facebook, en Instagram, en películas, series (p. ej. Guerra de Vecinos), obras de teatro y demás. Intentando defender a AMLO de los fifís, ensalzándolo, hablando maravillas de él o por contra, queriendo convencer a los chairos de lo malo, terrible e inútil que es el Presidente.
Y ciertamente, el Presidente hace su parte de polarización porque maneja un discurso de constante enfrentamiento entre los que están con él y los que están contra él, y para él existen únicamente esos dos públicos, no hay matices, ni medias tintas. Están los adversarios y el pueblo de México. Sus campañas políticas usaban como slogan “primero los pobres” generando una percepción de exclusión entre todos aquellos que no se consideraban pobres, incluso aquellos cuyo nivel socioeconómico los situaba a veces en el rango definido como de pobreza. AMLO no está dispuesto a ver una sociedad mexicana plural llena de diversidades, de problemáticas socio-económicas, de seguridad, de género, educativas, culturales religiosas y hasta informativas.
Yo misma protagonizo un constante debate en WhatsApp con mi Papá y diariamente nos enfrentamos a esta disyuntiva de si el Presidente es terriblemente malo o excepcionalmente bueno. Y nadie quiere ceder porque aceptar que el punto de vista opuesto, ya sea en contra o a favor, pudiera tener matices, varias tonalidades de gris, o percibirse dentro de un espectro variado entre las ideologías de izquierda y de derecha, significaría aceptar que me equivoqué en mi percepción del gobierno y del país y mucho tiene que ver con demostrar que somos poseedores de la verdad y que la postura que hemos asumido, es la más cercana a la realidad.
Lo cierto es que no podemos encasillar las acciones de un sexenio en una sola caja, simplificar de esa manera la realidad, el Presidente toma buenas y malas decisiones todos los días, como cualquier ser humano mortal, quien además está rodeado de otros mortales susceptibles también de equivocarse y errar el camino siendo inclusivos o intolerantes, corruptos u honestos, eficientes o ineficientes, trabajadores u oportunistas, limitados o visionarios. Así también es la sociedad en su conjunto, es imposible tener un gobierno intachable completamente o corrupto completamente, eficiente completamente o ineficiente completamente, totalmente de derecha o totalmente de izquierda.
Por otro lado, están los medios de comunicación, que hacen su parte en esta polaridad, cuyos dueños tienen marcadas ideologías políticas que parten de sus propios intereses económicos, que sientan las agendas informativas día con día a favor o en contra del Presidente. Pocos medios se andan con medias tintas, como por ejemplo UNO TV, propiedad de Carlos Slim y que siempre ha llevado una relación colaborativa con López Obrador. En la prensa fifí, o prensa conservadora, como le llama AMLO, podemos identificar El Reforma, El Universal (cuyos opinólogos en su mayoría critican al Presidente), Milenio, Latinus, etc., y del lado “chairo” a La Jornada, Sin Embargo, La Octava, Entre Línea, etc.
Los ciudadanos hace tiempo tomaron partido (o no y están también los que se sitúan en el medio neutrales rehusándose justificadamente a entrar en este perpetuo debate) y se suman a esta polarización a través de sus redes sociales, ya lo hemos abordado en la columna anterior, cuando hablábamos sobre la evolución de la Opinión Pública en medio de esta vorágine digital saturada de redes sociales en la que cualquier ciudadano se constituye en Prosumer y puede incidir en la opinión de sus seguidores, amigos o contactos más cercanos.
Pero me parece que el origen de todo esto es no solo cultural, digital, mediático, sino histórico-político, y como no volteamos a ver la historia, seguimos enfrascados intentando demostrar si AMLO es malísimo o buenísimo como Presidente, cada quién según le haya ido en la feria, según le interese la política o haya elegido ya un bando por influencia de amigos o familia, o por el nivel socioeconómico que ostenta, o los medios que haya elegido como confiables.
¿A qué me refiero con que tiene un origen histórico? Primero tendríamos que voltear a ver el origen de los sistemas económico-políticos que han estado presentes en México desde los años 50’s del sigo pasado y después la historia de México que no solo ha estado constantemente polarizada por conquistadores y conquistados, grupos conservadores y liberales, porfiristas y revolucionarios, comunistas y capitalistas, neoliberales o de izquierda.
Y de hecho, constantemente observo una frecuente confusión: pensar que el comunismo es ir en contra del poder económico y que por ende, los gobiernos que ponen límites a los empresarios son comunistas (o socialistas). Como diría Silvio Rodríguez en una de sus canciones: “Nadie sabe qué cosa es el comunismo y eso puede ser pasto de la censura...”. El origen del capitalismo se fundamenta en una ideología liberal que principalmente fue desarrollada por John Smith, que partía de la necesidad de que una clase social naciente llamada burguesía (distinta de la nobleza y realeza en las sociedades monárquicas) pudiera comerciar sin la intervención constante de las políticas económicas del Rey en turno: “dejar hacer, dejar pasar” era su lema (laissez-fare, laissez-passer): libertad económica en pocas palabras, este pensamiento se materializó en las economías industrializadas del s. XIX, sin embargo, a inicios de ese mismo siglo, un personaje alemán conocido como Karl Marx, ya desarrollaba un tratado llamado “El Capital” que desglosaba las desventajas de ese sistema económico y proponía algo opuesto: si el capitalismo privilegiaba la libertad por encima de la igualdad, el comunismo privilegiaría la igualdad por encima de la libertad.
Este pensamiento se fue cocinando en diversas sociedades europeas principalmente del Este de Europa y tuvo a sus principales ideólogos y defensores en los impulsores de la Revolución Rusa. Luego de la convulsa primera mitad del s. XX debido a la 1a y 2a Guerra Mundial, el mundo se dividió entre capitalistas y comunistas, Europa y Alemania (la gran perdedora de la segunda Guerra) se partió literalmente en dos, Berlín es prueba de esta división, todavía hoy en sus calles se pueden observar como una gran cicatriz, las marcas donde una vez, estuvo el muro de Berlín dividiendo y lastimando irremediablemente a cientos de familias que se vieron obligadas a vivir separadas por décadas. En 1989, la caída del muro dio testimonio de lo insostenible que resultaba implantar el comunismo porque implicaba lesionar y casi desaparecer uno de los derechos universales más fundamentales, que es la libertad, mediante un excesivo intervencionismo estatal no sólo en la vida económica de los países, sino en la vida privada de los ciudadanos (para observar este fenómeno recomiendo mucho la película “La vida de los otros”).
Sin embargo, a mediados del S.XX, John M. Keynes, había desarrollado una ideología y un sistema que intentaba tomar lo mejor de ambos mundos: libertad económica + intervención estatal, de manera que hubiese crecimiento económico pero no con una libertad desmedida, ya que los poderes económicos jamás velarían por el bienestar de los ciudadanos, la intervención estatal velaría por las necesidades de la sociedad desarrollando políticas económicas para la vivienda, la educación, la salud, entre otras, permitiendo la libertad pero buscando también ―por qué no― una medida de igualdad económica para sus habitantes. A este sistema se le denominó Estado de Bienestar o Socialdemocracia y fue instaurado en México alrededor de la década de los años 50, cuando Miguel Alemán y los Adolfos ―Ruiz Cortines y López Mateos―, gobernaron México, esta también fue llamada la época del Desarrollo Estabilizador, y tuvo tal éxito su implementación, que los resultados del mismo fueron llamados “El milagro mexicano” y de tener en México a inicios del s. XX una población rural en un 80%, a mediados de siglo ya se contaba con una población 60% urbanizada con acceso a servicios básicos. Una nueva clase media surgía y los hijos de esa generación crecieron con casas propias en multifamiliares y acudieron a la universidad, y se volvieron pensantes y críticos e hicieron ver al gobierno que debía dar más libertades de expresión y asociación, que no bastaba con que económicamente todo marchara bien. Este movimiento alcanzó su auge un mes antes de las Olimpiadas de México 68 y dio pie a la vil y cruel matanza de Tlatelolco: el sistema mostraba rasgos y vestigios autoritarios propios del comunismo.
Este sistema (como todos los sistemas político-económicos) dejó de funcionar cuando cayó en las manos ineptas y corruptas de Echeverría y López Portillo quienes pasarán a la historia como holgazanes, ladrones entre otras etiquetas, y que causaron un endeudamiento estratosférico de México con el Banco Mundial y otros poderes económicos internacionales de facto.
En ese contexto, Tatcher y Reagan ya habían estado cocinando un capitalismo reformulado llamado Neoliberalismo y buscaron imponerlo al resto del mundo mediante las grandes instituciones financieras del mundo y México en medio de su endeudamiento, tuvo que doblar las manos si quería que le prestaran más dinero, Salinas de Gortari les aseguró que él se encargaría de implementar ese sistema y fue por ello impuesto mediante un fraude electoral.
Este sistema ―contrario al Estado de Bienestar― proponía un drástico recorte a todo el apoyo gubernamental en materia de salud, vivienda, educación, entre otros, y le daba permiso a las empresas de recortar prestaciones, fue ahí cuando se consolidó el outsourcing, (contratar empleados sin derecho a prestaciones) entre otras atrocidades laborales y esto dio pie a las diversas crisis de los años 90’s, a la pérdida del poder adquisitivo, a más inflación y al empobrecimiento de más de la mitad de la población mexicana.
Fueron cinco sexenios de privilegiar los intereses de los empresarios y poderes económicos y de ignorar las profundas desigualdades que se fueron gestando a lo largo y ancho del país, dañando irremediablemente el tejido social obligando a los dos padres a trabajar y a dejar a sus hijos sin atención y esto fue una de las causas ―después― de la violencia que hoy vivimos, ya que el narco vino a suplir la ausencia de recursos en muchas de las poblaciones alejadas y marginadas de nuestro país.
Ningún sistema es bueno o malo de facto, sino son las manos que implementan ese sistema lo que lo hace exitoso o catastrófico.
El Estado de Bienestar, (o Tercera vía como la define Anthony Giddens en el libro que lleva el mismo nombre) tiene como base, mayor intervención Estatal, y ―guardadas las debidas proporciones― AMLO retoma algunos de sus rasgos ―no todos― porque no estatiza nada, solo le quita control a los privados que no velen por los intereses nacionales, exige el pago de impuestos a quienes por décadas evadieron esta responsabilidad, pagando ―si bien nos iba― solo el 1% de sus ingresos anuales a manera de impuestos, mientras el mexicano de a pie, paga el 30% de su ingreso anual al SAT.
El problema no es el modelo, es la corrupción, la codicia de los funcionarios públicos y todos aquellos que fueron beneficiarios del Neoliberalismo, ahora quieren hacer creer que AMLO es como los peores gobernantes que ocuparon como modelo, el Estado de Bienestar, (Echeverría o José López Portillo) pero no lo comparan con Ruiz Cortines o Miguel Alemán.
Muchos beneficiarios del régimen anterior llámense políticos, periodistas, funcionarios, opinólogos, empresarios no quieren este sistema e intentan confundir a las personas alegando que nos encontramos ante un régimen comunista y dictatorial además de populista. Y aquí me gustaría detenerme a definir cada uno de estos adjetivos y cada quién juzgará si el traje le queda a AMLO justo a la medida o tiene ciertos rasgos atenuados de lo que definiremos, lo cual hace que sea distinto y “raro” respecto de sus homólogos de sexenios anteriores.
Comencemos por definir el “comunismo”, que es una ideología que como dije, surge del análisis profundo que Marx hace del capitalismo (resultado de una ideología liberal) y que a partir de ello desarrolla una propuesta totalmente opuesta y que tenía las siguientes características:
- Se fundamenta en la doctrina marxista
- Nace como alternativa al capitalismo
- Plantea que los medios de producción que generan la riqueza económica deben pertenecer y estar en control de la clase trabajadora.
- Justifica la lucha entre clases sociales para alcanzar una mayor igualdad económica, el comunismo inicia mediante una Revolución (como en el caso de Cuba o Rusia)
- Considera que al sistema capitalista le conviene manipular y engañar a la población para que no tome consciencia de su propia condición de marginación.
- Propone la eliminación de la propiedad privada
- Busca crear una consciencia de clase para poner límites a los abusos de las clases altas, es decir, es anti-individualista.
- Combate a la burguesía expropiando sus bienes y limitando la libertad económica de este sector.
Ahora me gustaría definir “dictadura”:
- Son gobiernos de facto, surgen como consecuencia de un golpe de Estado o por ocupación ilegal del gobierno, es decir, no inician como resultado de un proceso electoral democrático.
- Hay una ausencia de separación de poderes, el gobernante es quien decide todo sin mediación de poderes legislativos o judiciales o estos poderes se encuentran completamente supeditados al gobernante.
- El poder se concentra en una élite, el gobernante, su familia y sus más allegados.
- Las decisiones del gobernante son tomadas de manera arbitraria sin un marco legal que las sustente, actúan de espaldas a la Ley y suelen violentar los Derechos Humanos.
- Suprimen las elecciones o las manipulan para perpetuarse en el poder.
- Toman total control de los medios de comunicación o ejercen censura total sobre medios y periodistas.
- Vuelven ilegales el resto de los partidos políticos, desapareciéndolos o son perseguidos y amedrentados.
- Son represivos generalmente de manera violenta, violando los derechos humanos, contra todo aquel que se ostente como opositor.
- Hay una duración indeterminada del gobierno en el poder.
Finalmente definimos la etiqueta más común que ostenta AMLO que es la de “populista”:
El término populismo se remonta a la palabra latina “populus“, que significa “el pueblo”. En la actualidad, se entiende por populismo un estilo determinado de hacer política. Sin embargo, no existe una definición precisa o uniforme. Por el contrario, el término se considera impreciso y con una fuerte carga de valores, pues a menudo se utiliza en debates públicos como una especie de “argumento asesino” para tratar de desautorizar las opiniones contrarias.
Primeramente hay que aclarar que populismo no es un sistema económico o político sino un estilo de gobierno, que puede ser ostentado tanto por actores políticos de derecha como de izquierda. Y ciertamente es un término vago que generalmente se utiliza para descalificar una manera de gobernar y que tiene connotaciones muy distintas dependiendo del país y la cultura en donde se utilice el término, por ejemplo en EU, en tiempos de Obama, ser populista significaba estar en “lucha por la justicia social”, pero el México la connotación ha sido la de gobernar irresponsablemente, destruyendo lo construido.
Pero tratando de no dejar este término en la ambigüedad, cito esta definición que me parece bastante atinada de Juan Carlos Torre sociólogo argentino:
“La crisis de la representación política es una condición necesaria pero no una condición suficiente del populismo. Para completar el cuadro de situación, es preciso introducir otro factor: una «crisis en las alturas» a través de la que emerge y gana protagonismo un liderazgo que se postula eficazmente como un liderazgo alternativo y ajeno a la clase política existente.
Es él quien, en definitiva, explota las virtualidades de la crisis de representación y lo hace articulando las demandas insatisfechas, el resentimiento político, los sentimientos de marginación, con un discurso que los unifica y llama al rescate de la soberanía popular expropiada por el establecimiento partidario para movilizarla contra un enemigo cuyo perfil concreto si bien varía según el momento histórico ―«la oligarquía», «la plutocracia», «los extranjeros»― siempre remite a quienes son considerados como responsables del malestar social y político que experimenta «el pueblo». En su versión más completa, el populismo comporta entonces una operación de sutura de la crisis de representación por medio de un cambio en los términos del discurso, la constitución de nuevas identidades y el reordenamiento del espacio político con la introducción de una escisión extrainstitucional”.
Juzgue usted, qué escala de comunista, dictador y/o populista le daría a nuestro Presidente, dejando de lado las opiniones viscerales, la identidad de clase, los prejuicios sociales y la necesidad de demostrar 100% la veracidad una postura propia. ¿Interesante no? Al menos en esta columna, espero haber servido como mediadora de opiniones polarizadas, para dar mayor entendimiento de lo que sí es y no es López Obrador.
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Foto: Presidencia de la República