Los datos hablan por sí mismos, estamos en una tercera ola de contagios de la que aún desconocemos sus consecuencias.
A diferencia de las olas anteriores ahora contamos con una variable, la vacuna. Estas (cada marca en particular) tienen definida una efectividad ante el contagio, lo que implica que no son infalibles pero, tratándose de una probabilidad, si reducimos el nivel de contactos con personas potencialmente infectadas, aumentaremos la eficacia personal de nuestra vacuna.
Desde el inicio de la pandemia se ha manejado la idea de la “inmunidad de rebaño” la que se alcanzaría con un porcentaje de contagios determinado que está en función de la facilidad con la que el virus se propaga.
Es claro que la inmunidad de rebaño que implicaría, en el caso de México, la infección de al menos 70 millones de mexicanos está lejos de alcanzarse. En la actualidad hay cerca de 2 millones de personas catalogadas como positivos COVID y, alrededor de 4 millones que fueron estudiadas. Esto quiere decir que no hay nada que se oponga al crecimiento de la tercera ola.
Tal vez lo que detuvo la segunda ola, que fue mucho más intensa que la primera, sean las imágenes de los hospitales saturados, la escases de oxígeno y todas las terribles historias que vivimos al inicio del año.
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