
Hace 24 años, por primera vez, y en julio pasado por segunda ocasión, toqué en este espacio el tema de la amenaza comercial de China.
Los números son tan claros que deberían doler y generar reacciones, pero aparentemente gobierno y sociedad parecemos inmunes a la amenaza que es el meteorito llamado China.
A propósito del tema del año, el de los aranceles de Trump y la guerra comercial que se avecina, trataré de poner otra vez el tema China en la mesa y procurar compartir números que tal vez hagan a algunos abrir los ojos y darse cuenta de que debe ser China el verdadero elefante en la habitación cuando se negocie con Trump.
Ese elefante, que debe ser sacrificado, requiere la atención y prioridad de México y sus autoridades, antes de estar con sueños guajiros de ponerse a las patadas comerciales (autogoles en realidad) con Estados Unidos.
Cierto, parece imposible, ofensivo y frustrante tener que “negociar” o lidiar con una contraparte como el Estados Unidos de Trump y su equipo, pero la debilidad económica, industrial, de desarrollo y de seguridad que hemos “construido” las últimas 3 décadas nos tiene sin músculo, armas o argumentos, tampoco suficiente autoridad moral, para siquiera pensar en entrarle al ring con el vecino del norte; ellos pelean en pesos superpesados y nosotros andamos entre supermosca y superligero.
El camino más fácil para llegar al corazón de Trump en materia comercial pasará forzosamente por China; es esa la carta más fuerte que tiene México y la que no parece querer jugar con decisión (no es claro por qué tanto respeto comercial y en general con China).
No hace sentido que las autoridades y organismos empresariales sigan pensando que “China es un mercado gigante de 1,300 millones de personas” o que “hay que diversificar nuestros mercados y voltear a China”; ellos, los chinos, NO nos quieren comprar nada.
Ellos están enfocados en vender sus productos e influencia, toda esa capacidad instalada que ya no necesitan internamente y no en comprar. Entonces, van algunos números que les pido digerir con calma, ya que no solo son muchos, sino grandes y hasta escandalosos.
Hace 25 años, China exportaba al mundo cerca de $250,000 millones de dólares e importaba unos $225,000 millones de dólares anuales. Es decir, tenía un superávit comercial con el mundo de unos $25,000 millones, o unos $2,000 millones cada mes. En 2024, pasaron a $3,580,000 millones (en Estados Unidos eso es $3.58 trillones de dólares) de exportaciones y unos $2,580,000 millones ($2.58 trillones) en importaciones.
Esto arroja un superávit comercial con el mundo de alrededor de $1,000,000 de millones (un trillón de dólares), o unos $83,000 millones cada mes. Esto significa que su superávit comercial creció cerca de 16% anual compuesto por 25 años.
Solo para darnos una idea de lo que esto significa, el superávit comercial de China del último año es cercano al tamaño de todo el PIB de México. Por su parte, México y su supuesto “milagro comercial” calibre NAFTA vio sus exportaciones ir de $170,000 millones y sus importaciones de $180,000 millones de dólares anuales en 2000, a $617,000 millones y $625,000 millones, respectivamente, en 2024.
El déficit comercial se quedó más o menos sin cambio. Hace 25 años el comercio entre China y México representaba menos de $3,000 millones de dólares (con déficit de $2,600 millones).
El año pasado, México tuvo un déficit comercial de ¡$130,000 millones! con China (el déficit creció un 28% anual compuesto los últimos 25 años) y muchos en México quieren hacerte pensar que eso es normal.
¿De qué carajos nos sirvieron tantos tratados comerciales para acabar entregando nuestro sector industrial y potencial de progreso a China en bandeja de plata? ¿Por qué parece que nadie quiere verlo?
Así, China multiplicó su saldo comercial favorable con el mundo por 40 veces entre el año 2000 y el 2024, mientras México no avanzó en materia de balanza comercial y se dedicó a consumir chino y ser un puente de China para Estados Unidos.
La mejor prueba de la trágica holgazanería de la (inexistente) política industrial mexicana de los últimos sexenios.
Por su parte, Estados Unidos tiene un déficit comercial anual total de unos $1,200,000 millones ($1.2 trillones) de dólares (similar al superávit total de China con el mundo).
Es decir, los Estados Unidos, un país verdaderamente rico, aunque Trump diga lo contrario, le compra al mundo, cada mes, alrededor de $100,000 millones de dólares más de lo que el mundo les compra, esto incluye productos (computadoras, automóviles, equipos eléctricos, etc.) y servicios (como el turismo).
De ese déficit de $1.2 trillones, cerca del 40% se explica de su relación comercial con China y México, con quienes tiene déficit de $300,000 millones de dólares y $170,000 millones de dólares, respectivamente.
El déficit con México se explica en gran medida con productos chinos (y en menor medida por coreanos, alemanes y japoneses) para los que actuamos como trampolín. Mientras México y sus autoridades no se den por enterados de que no solo hay un elefante en la habitación, sino que lo tenemos sentado sobre nuestro abdomen, cualquier negociación o estrategia comercial fracasará.
A Estados Unidos y a México les conviene que China no participe tan agresivamente y sin reciprocidad alguna en el mercado de Norteamérica. Punto.