La oposición capitalina, particularmente panista, confía en tener en la bolsa la elección de 2024 en la ciudad de México. Su cálculo parte del resultado electoral de 2021 y se refuerza con el pleito que, desde entonces, inició el presidente con la clase media capitalina, hacia la que descargó el enojo que le provocó la mala operación y pobres resultados de Claudia Sheinbaum y su equipo.
Sin embargo el PAN capitalino, que lleva mano en la selección del candidato o candidata por cualquier alianza, tiene más problemas de los que su discurso admite.
Con dos precandidatas abiertamente interesadas en la candidatura, Xóchitl Gálvez y ahora Kenia López, además de una tercera que no se ha descartado, Lía Limón, Acción Nacional como partido carga con problemas que aquí se advirtieron hace tiempo.
Uno es el escándalo de corrupción que apunta al líder real del panismo capitalino: Jorge Romero Herrera, señalado como el gran jefe del Cartel Inmobiliario y quien hoy opera en San Lázaro, y a todo su círculo cercano.
Otro problema es la vergonzosa reacción del padre del alcalde en Miguel Hidalgo, Mauricio Tabe, a la clausura de su negocio, magnificada por la pésima forma de encarar el hecho del propio Tabe y del PAN.
Un tercer hándicap es la inexplicable proclividad panista a defender y relacionarse, como si fuera una panista, con una alcaldesa impresentable llamada Sandra Cuevas. Las acusaciones de corrupción y las pruebas de que regalaba dinero, manchan a Cuevas tanto como a los panistas que la respaldan, y sus enfrentamientos directos con la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, le pasarán factura también a sus cercanos..
A esa tercia de problemas hay que agregarle otra que quizá sea menos escandalosa, pero pesa lo mismo en términos electorales. Por un lado están dos grandes decepciones que llegaron a sendas alcaldías y no han tenido el impacto que se esperaba, por el otro hay otro riesgo de escandalo para el panismo, cuyos detalles están documentados y celosamente guardados en los archivos de la Jefatura de Gobierno.
La primera es Lía Limón en Álvaro Obregón. Sentada en la silla que ocupó Layda Sansores y proyecto hacia la Jefatura de Gobierno, se esperaba mucho más de ella de lo que realmente ha ofrecido. No haber siquiera intentado mantener a raya a la gobernadora de Campeche, luego de que en la alcaldía se documentaron excesos, desvíos de recursos y también ausencias recurrentes de la entonces jefa delegacional.
Cuando Lía resultó herida en aquel lamentable acto de represión a los alcaldes opositores a las afueras del Congreso de la Ciudad de México, su foto con el rostro lastimado y ensangrentado se convirtió en la imagen de la intolerancia, la cerrazón y el porrismo instalado en el Gobierno de Claudia Sheinbaum. El episodio le hizo daño a la imagen de la Jefa de Gobierno, pero inexplicablemente, en lugar de aprovechar la notoriedad que esa agresión le dio, la alcaldesa perdió presencia pública y su gobierno se sumió en el burocratismo y la administración de conflictos menores. A un año de haber tomado posesión, Lía Limón no es, en cuanto a imagen, ni la sombra de lo que llegó a ser. En esas condiciones y en la política de hoy, es casi imposible ser candidata o candidato exitoso, a nada.
La otra gran decepción del panismo capitalino se llama Alfa González y, aunque casi nadie la conozca, lleva un año al frente de la Alcaldía de Tlalpan, cargo por el que ha pasado con más pena que gloria. De Alfa no se puede decir prácticamente nada bueno porque no ha hecho mucho más, que traicionar a varios de los grupos políticos locales que la apoyaron para ganar.
Sobre Kenia López, senadora hiperactiva y autodestapada, que se ha abierto paso a gritos y sombrerazos, justo al estilo polarizador y estridente de hacer política hoy, el Gobierno de la CDMX tienen un expediente que detalla su interesada operación a favor de uno de los programas de gobierno más controvertidos de la gestión de Marcelo Ebrard: el Programa de Transporte Escolar Obligatorio (Prote) con que se esquilmó a los padres de aquellas escuelas privadas que se dejaron intimidar, al cargarles un costo adicional, absolutamente ilegal, a las colegiaturas que ya pagaban.
Desde la dirigencia del PAN capitalino y la entonces Asamblea Legislativa del DF, Mariana Gómez del Campo y su amiga diputada Kenia López, intentaron desmontar la oposición al Prote organizada, con grupos de padres de familia de varias escuelas, por que el entonces líder de los diputados locales panistas, el desaparecido Miguel Hernández Labastida.
Un indiscreto empresario del transporte que era el gran beneficiario de ese programa de Ebrard se encargó de reclamarle a otros diputados panistas, que no entendía la actitud de la bancada blanquiazul contra el Prote, cuando él ya le había entregado a la dirigencia blanquiazul en el DF, un generoso y millonario “donativo” para asegurar que apoyaran el programa. Eso explicaba por qué Gómez del Campo y Kenia López intentaban desmontar el trabajo de oposición al programa de Hernández Labastida con los padres de familia inconformes, sin importar que la enorme mayoría de los afectados fueran simpatizantes y potenciales votantes de Acción Nacional.
En la Ciudad de México el PAN está atrapado en un espejismo. Saben que una buena parte de la sociedad capitalina está profundamente inconforme con la gestión del presidente López Obrador, pero no han entendido que eso no les garantiza una victoria automática porque los votos no son del PAN sino de la sociedad, y entre escándalos de su grupo dominante, ineficiencia en la gestión de gobierno de sus alcaldes y expedientes oscuros de precandidatas como Kenia, no se ve aún un o una panista carismática, sólida y blindada, para enfrentar la guerra de lodo que será la campaña de 2024.
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