La comunicación ha sido la principal fortaleza política y herramienta de gobernanza del presidente López Obrador. Justo por eso, el mayor error de cálculo político del mandatario durante los primeros cinco años de su sexenio ha sido pedirle a Emilio Azcárraga Jean la cabeza de Carlos Loret de Mola como precondición para lograr un entendimiento institucional entre su gobierno y Televisa.
Mientras Carlos estaba en Televisa, existían y operaban, los límites y el control de la empresa sobre él, y sobre sus demás periodistas en nómina. Ahí, por crítico que Loret quisiera ser, por más que se le considerara la estrella ascendente y el personaje elegido y preparado para convertirse en el estelar del área de Noticias, mientras era un empleado de la televisora siempre estaba y estaría limitado por los intereses que definen la agenda de la empresa, exactamente como ocurre en cualquier empresa tradicional de comunicación.
Nunca nadie admitirá, ni en Televisa ni mucho menos en el gobierno lopezobradorista, que el despido de Loret de la principal pantalla de México fue resultado de una negociación al más alto nivel. Sin embargo solo un ingenuo podría creer algo diferente, pues ninguna negocio se deshace de su principal recurso humano, después de haberle invertido muchísimo tiempo y dinero para prepararlo, sin un poderosísimo motivo.
Cuando López Obrador pensó, o compró la idea, de que podía eliminar a Loret del espectro mediático y de la agenda noticiosa aceptando, o exigiendo su cese como una “prueba de lealtad”, se equivocó de forma rotunda y en su equipo no hubo nadie que le hiciera ver, ni el tamaño del error ni sus consecuencias. Lo único que el presidente consiguió fue emancipar a un periodista joven pero experimentado y muy conocido, que antes estaba limitado y contenido por los intereses de su patrón, para volverlo un irreductible que no se ha cansado, y no parece que vaya a cansarse, de encabezar y difundir las investigaciones periodísticas que más dolores de cabeza han provocado en la oficina, el equipo, la casa y también la familia presidenciales.
Tras su despido de Televisa, Loret solo tardó unos días en lograr un espacio estelar en W Radio, de Grupo PRISA (los españoles que editan El País). Ahí negoció condiciones de libertad editorial que no tenía en Televisa, porque ya se sabía un perseguido del régimen, y porque PRISA, entonces dirigida aún por Juan Luis Cebrián, es una empresa transnacional que sabe aprovechar esa condición para negociar con los gobiernos de Latinoamérica donde tiene operaciones, sin entregar su criterio editorial. Inmediatamente después de instalarse en la cabina de la XEW, Loret negoció el financiamiento de su proyecto de periodismo digital vía internet, Latinus, con Roberto Madrazo Pintado, justo debido a su condición de enemigo declarado, de vida e irreconciliable, de López Obrador.
El resto de la historia es bien conocido: Loret es mucho más que una piedra en el zapato de López Obrador, pues a ningún otro integrante de la prensa crítica a su administración y su proyecto, le ha dedicado tanto espacio, tiempo y esfuerzo para responderle, cada vez que revela información que compromete o exhibe a su gobierno.
Carlos Loret puede no gustarle a muchos, se le pueden criticar prácticas y vinculaciones, pues como cualquiera, no es un santo. Pero hoy no se le puede regatear ser el periodista que más ha crecido durante el actual sexenio y tampoco que, él y su equipo han logrado lo que los partidos opositores, en lo individual o todos juntos, nunca han podido hacer: arrebatarle el control de la agenda política y de la narrativa al presidente, en múltiples ocasiones.
Todo es consecuencia de que nadie le hizo ver a López Obrador que el mundo ha cambiado, que la televisión abierta ya no lo es todo y que acosar a Loret de Mola, y tratar de destruirlo profesionalmente, solo lo liberaría, lo convertiría en el símbolo de la defensa de la libertad de expresión y en un perseguido político, lo obligaría a hacer periodismo de investigación y lo volvería un adversario irreconciliable en un mundo incontrolable: el de la comunicación digital.