Tatiana Clouthier, jefa de voceros de la campaña más importante hasta el momento, la de Claudia Sheinbaum, tuvo el más desafortunado debut en el extraño cargo que se le asignó.
Quizá porque su ego norteño es demasiado grande, tal vez porque su criterio político es tan silvestre que creyó buena idea atacar a uno de los más feroces, e irracionales, críticos de Sheinbaum para ganar bonos con la candidata, Clouthier se convirtió en la responsable de la nueva macroseñal negativa, ahora contra la libertad de expresión, de la campaña presidencial de Morena. Pero eso no es todo, Tatiana también dio motivo a la enésima intervención presidencial para corregir la plana al equipo, y a la estrategia electoral de la candidata presidencial del oficialismo.
Todavía no se olvida o que significó la operación del presidente López Obrador para descarrilar a Omar García Harfusch, el candidato de Sheinbaum, y encumbrar a Clara Brugada, cuando ahora Tatiana Clouthier decidió cargar a su candidata con el estigma de enemiga de la libertad de expresión.
El motivo es la denuncia y acción penal emprendida por Clouthier contra el principal teórico de la conspiración (mitómano) de toda la comentocracia: Alfredo Jalife-Rahme. Tatiana Clouthier lo denunció penalmente en Nuevo León por hechos ocurridos en la Ciudad de México y así obtuvo una sospechosa vinculación a proceso para el hombre que se dice Geoestratega.
El cálculo fue tan equivocado y los costos posibles tan elevados a pesar del apoyo que Sheinbaum ya recibe de muchos opinadores y empresas de comunicación, y de que Jalife no es un personaje que despierte simpatías ni que conozca el significado del rigor periodístico y el compromiso con la verdad, que López Obrador optó por intervenir para “recomendar” la excarcelación del acusado, para deslindar a su gobierno de una acción promovida por la jefa de la oficina de comunicación de Claudia Sheinbaum, pero también para minimizar los costos del error en la campaña de su candidata.
Perseguir penalmente a un opinador, por equivocados y hasta calumniosos que resulten sus “análisis”, es propio de los regímenes dictatoriales, sobre todo cuando existe la vía civil para demandar a quienes se amparan en el ejercicio de la libertad de expresión para atacar desinformar y difamar. Mover las ruedas de la justicia penal, muchas veces totalmente injusta, desde la oficina de campaña de la candidata presidencial del gobierno en turno, para ajustar cuentas con un critico, es una señal peligrosa y preocupante de intolerancia, sobre todo cuando existen abundantes evidencias de que el presidente ha ejercido su libertad de expresión, hasta el exceso y desde el púlpito presidencial, prácticamente todos los días.
Si lo hizo por ganar terreno en la campaña de Sheinbaum o porque su “honor” vale mucho, para ella, Tatiana Clouthier ya le dio la razón a quienes criticaron su regreso a la operación política. Con su lance contra Jalife, exhibió cuál es su tamaño y de lo que sería capaz si tuviera más poder. Pero no solo eso, también metió en problemas a Claudia Sheinabum porque la volvió victima de otra intervención lopezobradorista, y porque a estas alturas, absolutamente nadie va a creer que la jefa de voceros de la candidata presidencial morenista actuó por su cuenta, que Claudia Sheinbaum no sabía nada, y que todo es un asunto personal entre Clouthier y Jalife, aunque de verdad lo fuera.