Ejemplar, jurídicamente sólida e irrebatible, la sanción impuesta por la Comisión Federal de Competencia Económica a los clubes del futbol mexicano por haber impuesto un tope salarial (de hambre además), a las mujeres que juegan profesionalmente en la Liga MX, podría acabar por dinamitar y desaparecer el floreciente torneo de futbol femenil, y la práctica del deporte a nivel profesional, en México.
La legalidad de la medida está fuera de toda discusión por el lado de la teoría clásica y más elemental de la competencia, pues al establecer un salario máximo igual para todas las jugadoras en cualquier equipo, la Liga MX le cerró las oportunidades de desarrollo profesional a todas al cancelar la posibilidad real de que cualquiera cambie de club en busca de mejores condiciones de trabajo; un derecho humano de cualquier profesional en cualquier actividad remunerada. En el futbol profesional femenil se construyó un mercado manipulado, pues por acuerdo todos los equipos pagan lo mismo a las jugadoras empleadas; homologaron los salarios para desalentar la libre movilidad, entre equipos, de las jugadoras. Indebido e inadmisible.
La Liga MX Femenil es un negocio, y un mercado, en construcción. Sus ingresos por taquilla, patrocinios y televisión, aún son poco relevantes en comparación con los que generan los equipos varoniles de futbol de la misma Liga. Adicionalmente, en virtud de que los empleadores, o equipos de la Liga, son exactamente los mismos que existen en el futbol varonil, ese negocio en proceso de maduración, el futbol profesional femenil, depende todavía del varonil y podría verse no solo afectado, sino aniquilado por una sanción que, en teoría, busca corregir una distorsión inducida por el abuso de los empleadores y propietarios de los equipos.
Sin que justifique el actuar de los dueños, hay un elemento del negocio que tampoco fue tomado suficientemente en cuenta por la autoridad reguladora de los mercados. Es indiscutible que la competencia entre empresas, en este caso equipos, debe ser abierta para que cada uno busque mejorar a través de la contratación de los jugadores más talentosos disponibles para ofrecer el mejor producto y lograr el éxito. Esa teoría, aplicada a un mercado en el cual los competidores son equipos deportivos y el producto está entre la victoria y el espectáculo ofrecido a los asistentes que pagan entradas, compran playeras y sintonizan los partidos por televisión, simplemente no funciona igual que en otros mercados. En las ligas deportivas, que son un negocio, dejar que el mercado, es decir el dinero, ordene, sin restricciones, al equipo ganador (y por lo tanto al que logre más fanáticos, seguidores, ingresos por taquilla y por televisión), equivale a aniquilar la competencia deportiva y el espectáculo, a través de magnificar cada año las diferencias entre equipos competidores. En el deporte profesional quien puede pagar más dinero, el equipo más rico, tiene a las mejores jugadoras o jugadores y al final acaba dominando la Liga y obteniendo los mayores ingresos por patrocinios, taquilla y televisión, derivado de sus propios éxitos deportivos. Todo eso ocurre en detrimento del espectáculo deportivo, que genera ingresos para todos los equipos cuando existe, pero que concentra los ingresos en uno o dos equipos ricos cuando las diferencias económicas dominan y marcan la competitividad. Esa dominancia, con su consecuente distorsión, aumenta cada año y acaba empobreciendo, hasta la desaparición o la indigencia, a varios equipos de la misma Liga.
Esta no es una simple teoría. Así funciona el deporte profesional mal regulado y está demostrado. España y su liga de futbol, pero también Inglaterra en menor medida, e Italia y por supuesto México, son ejemplos inmejorables de cómo se comporta el mercado deportivo cuando no se consideran equitativamente las variables que lo integran. La Liga de Futbol Profesional de España es una competencia propiedad de dos equipos ricos: Real Madrid y Barcelona. Cada 10 o 15 años un equipo distinto a estos logra un campeonato. Por supuesto, el éxito de madrileños y catalanes se debe a que son los que tienen más dinero y contratan a los mejores jugadores. En Inglaterra, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Chelsea, propiedad de un multimillonario ruso, dominan una de las ligas mejor organizadas del mundo. En Italia, la Juventus de Turín de la familia Agnelli y el Milán, de Silvio Berlusconi hasta 2017, se repartieron títulos y negocio futbolístico durante 30 años.
En contraste con la resolución de la Cofece contra clubes de la LigaMX, la NFL de los Estados Unidos utiliza, para proteger el espectáculo, su economía y también la de sus jugadores, el tope salarial. Evidentemente no es un tope salarial como el que los abusivos dueños de los equipos femeniles de futbol mexicano impusieron. En la NFL el tope es por equipo y cada uno define cómo distribuye la misma cantidad de dinero entre su nómina de jugadores, quienes pueden migrar a otro equipo si termina su contrato y no están satisfechos con el salario que se les ofrece para renovar. De esa manera, y repartiendo el beneficio de los derechos de televisión en partes iguales entre los equipos, esa liga ha logrado competitividad plena entre sus integrantes, estadios llenos y los niveles de audiencia televisiva más altos del mundo para una liga nacional. Ha sido tan exitosa que hoy, el Futbol Americano es el deporte más popular y que más audiencias capta, por encima del beisbol de la MLB, entre los estadounidenses. Además, ya se exporta porque celebra juegos de temporada regular en México e Inglaterra y Alemania todos los años. Sobra decir que la enorme mayoría de sus jugadores son, si no millonarios, por lo menos ricos existiendo tope salarial y libertad de contratación.
La resolución de la Cofece para la liga femenil de soccer es jurídicamente sólida e irreprochable en cuanto a que denuncia y castiga una injusticia, pero lamentablemente, puede provocar más daño que beneficio al deporte profesional femenil porque la situación estuvo mal evaluada, pues en materia de competencia una sanción debe corregir una distorsión, no poner en riesgo un mercado.
La Cofece no estudió la situación integralmente y no operó para corregir la distorsión, sino para hacerse notar detonando una bomba en lugar de desactivarla. Con lo veleidosos que son los dueños de los equipos del futbol mexicano, que durante décadas han sido consentidos del poder, luego de la sanción de 170 millones de pesos en cualquier momento pueden decidir liquidar el futbol profesional femenil, en detrimento, sobre todo, de todas las jóvenes que hoy ven en ese deporte una oportunidad de esparcimiento y de desarrollo profesional. Así como a nadie se le debe coartar su libertad de trabajo, a nadie, ni siquiera en estos tiempos, se le puede obligar a mantener abierto un negocio que reporte pérdidas y, con esta sanción, el futbol profesional femenil va a reportar pérdidas.
Los salarios de las mujeres futbolistas profesionales deben ser dignos y acercarse, en la medida que el negocio de la liga femenil vaya creciendo, a los de los jugadores profesionales varones, hasta igualarlos o rebasarlos si los ingresos propios de la liga femenil lo permiten; justo como ocurre en los grandes torneos de tenis en el mundo, donde los premios para las mujeres hoy son del mismo monto que los destinados a los varones.
El camino para lograr esa igualdad salarial entre hombres y mujeres en el futbol profesional de México no es, definitivamente, darle pretextos a los señores Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas, los dueños de los equipos y la televisión, para cancelar la liga profesional femenil.
Fotografía: Liga MX Femenil