Pleito de simios
Desde Argentina llegan críticas que son respondidas de manera pronta en Palacio Nacional y todo parece que es un chiste.
Los mandatarios de ambos países emulan a los primates y se arrojan sus propios excrementos para éxtasis de las multitudes enfrentadas.
Algunos se alegran porque “ya le dijeron sus verdades” al comunista, jijo de la Agenda de Sao Paolo, izquierdista de mierda. Mientras tanto, al otro lado del pasillo, la multitud grita —embelesada— el alegato de que ya “pusieron en su lugar” al facho derechoso jijo del capitalismo salvaje y la explotación de las clases obreras.
Todo parece ser un sainete, como un duelo de albures, donde los públicos eufóricos alaban los dichos por su ídolo e ignoran las puyas emitidas por el contrario.
¿Qué necesita la gente para empeñar su alma, su mente y su pensamiento al primer vendedor de humo que les promete un mejor futuro?
Tal vez sea la falta de una figura paterna, la carencia de maestros con espíritu crítico o simplemente la eterna y animal necesidad de tener un líder, un cacique, un rey, un macho alfa que nos indique el camino.
Entonces, lo único que hay que hacer es poner la mente en neutral y de bajadita, repetir a coro las consignas de ese líder y buscar a quién se oponga para denostarlo, ridiculizarlo y, si es posible, eliminarlo, ya sea de forma figurada o real. Un auténtico pleito de simios.
¿Dónde quedan los instrumentos “civilizados” del diálogo, la negociación y la convivencia?
En ambos lados parece prevalecer la idea de que “el que no está con nosotros, está equivocado y no merece ni siquiera ser escuchado”.
Y esto es muy preocupante.