Un pueblo cansado termina buscando un mesías, no un gobernante.
―Confucio
Cuando llegué a la preparatoria puede decirse que salí de un círculo muy limitado (en cuanto a diferencias de mi propia realidad) para meterme de cabeza a un mundo mucho más amplio formado por gente con características muy dispares a la que yo había vivido.
Dentro de los muchos submundos inmersos en ese nuevo y prometedor universo encontré uno integrado por personas que tenían la peculiaridad de ser una primera generación de españoles nacidos en México; nada que ver con los refugiados políticos que habían llegado cuarenta años antes. Estos eran hijos de campesinos gallegos, asturianos y vascos que habían arribado a nuestro país huyendo de la pobreza a mediados de siglo.
Gente que se había hecho a si misma mediante el trabajo duro y costumbres sumamente frugales que los llevaron a salir de esa pobreza y, en muchos casos, alcanzar una riqueza que ni siquiera habían soñado en sus villas y pueblos del norte español.
Por supuesto, la mayoría de ellos contaban con una educación muy elemental basada en conceptos básicos… y catecismo… Mucho catecismo. Creo que no es necesario aclarar que eran sumamente conservadores, forma de enfrentar al mundo que transmitieron a sus hijos.
Fue en boca de uno de estos “hispanomexicanos” que escuché por primera vez la idea de que, la entonces insipiente democracia española (estoy hablando de los primeros años de la década de los ochenta), estaba “echando a perder a ese país”, un lugar en el que “antes” podías dejar una bicicleta en la calle y nadie se la robaba; en el que “antes” una cartera perdida encontraba su dueño en cuestión de horas y en donde “antes” todo mundo respetaba y era ordenado.
Por supuesto que con ese “antes”, se referían a las largas décadas de la dictadura de Francisco Franco quien “había puesto a España en orden”. Al parecer la democracia y “los rojillos” habían echado a perder ese pasado idílico.
Por primera vez escuchaba el nombre de dicho individuo y gracias a estos comentarios comencé a documentarme más de lo que había sido la Guerra Civil española así como el gobierno de una de las criaturas más detestables que hayan circulado por este mundo y, vaya que el siglo veinte tuvo una buena cuota de escoria.
Lo que me llamaba mucho la atención es que, a pesar de todas las barbaridades que se cometieron en ese régimen, existían (y existen) personas que lo admiraban por las razones equivocadas: lo bien que estaba la seguridad, el orden, el respeto a la religión, entre otras. No me cabía en la cabeza la idea de que intercambiaran por estas la libertad política, la libertad de expresión o la libertad de disentir.
Gente que el día de hoy admira a los Bukeles, a los Bolsonaros y a otros fascistas en potencia porque lo que prometen es seguridad. Que acuden a los viejos fantasmas de “la izquierda te va a quitar tus propiedades, tus hijos, tu religión” para apelar por un voto por la continuidad, por una supuesta seguridad a cambio de libertades, un sufragio a cambio de la obligación de unificar pensamientos y criterios.
Todo esto acompañado por la promesa de censurar al que hable distinto porque ese es el enemigo: el que te quiere afectar y dañar; el que quiere quitarte tus cosas.
A veces me imagino esta concepción del mundo como una forma de extrañar la niñez, de extrañar esos ambientes de seguridad como el hogar o el aula donde un profesor o un padre estricto estaría ahí para defendernos de los grandes peligros. Una enorme figura masculina que sólo quiere a cambio una obediencia y esa fidelidad sin cuestionamientos.
Si es quien se “sacrifica” haciendo el esfuerzo por protegernos y mantenernos, de ninguna manera puede aceptar disidencias o infidelidades. El macho alfa, el guía de la manada, el jefe del clan, el caudillo, el amado líder, el libertador…
…el mesías.
Tal vez esas personas extrañan esa infantil seguridad y no les gusta asumir su papel primordial. Prefieren eliminar decisiones como la de saber qué pensar, qué escoger o cómo reaccionar ante ciertas amenazas. Acepta de manera ciega la protección ante ideas diferentes que amenacen el status quo. Ante pensamientos que generen dudas, algo que pueda contradecir su muy bien organizado pero muy pequeño universo.
Eso no ocurre únicamente con todos aquellos que se asumen de derechas o conservadores; también es un tema que afecta a las diferentes zonas de pensamiento; las izquierdas con sus Castros y su Chávez; las religiones con sus asesores espirituales y sus líderes sectarios; los partidos políticos con sus líderes históricos.
Mesías de ocasión y para cada necesidad…
Urge una figura paterna que nos haga sentir pequeños, pero protegidos; callados, pero integrando a las mayorías donde pasamos desapercibidos.
Gente que piensa que todo está perdido y que lo único que lo puede salvar es esa persona iluminada, sabia y poderosa que, de forma paternal, llevará a esta corrupta y perdida sociedad por el rumbo correcto; callando a los heréticos que disienten y apapachando a quienes le siguen la corriente.
Tener la tranquilidad de que no tendrán ni la necesidad ni la obligación de dejar atrás la infancia del pensamiento.
Foto de Jehyun Sung en Unsplash